Entrevista: Andrea Ferrari y Franco Vaccarini

Literatura infantil y literatura para adultos: distancias y concurrencias

Por Hernán Carbonel

¿Cuántas literaturas hay dentro de la literatura? La cuestión, para salir del paño, sería como preguntarse cuantos matices hay dentro del verde o cuántos rocanroles dentro del rock and roll. La palabra que suele regir estos debates es “género”. Lo bueno de que la cosa se plantee lunga, es que permite múltiples canales de discusión –discusión, claro, dicho en el buen sentido del término: el examen atento de una materia en particular–. Una de las aristas que la LIJ (Literatura Infantil y Juvenil: dígase ahora y abréviese para siempre) plantea es, a qué negarlo, un prejuicio: si entre ella y la “literatura para adultos” –las comillas no son gratuitas– hay distancias exiguas o profusas, abismos, concurrencias, polaridad o maridaje. En fin: si se trata de universos disímiles de ensamblar, regiones narrativas remotas o no. Es que no son pocos los autores que interpretan ambas músicas.

El reconocido escritor, docente y editor Mario Méndez –actual presidente de ALIJA, la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina, Sección Nacional de IBBY, la Organización Internacional del Libro Infantil y Juvenil cuya sede se encuentra en Suiza– coordinó hace unos pocos años dos ciclos en los que se abordó este cruce, entrevistando a autores que, si bien no se caracterizan por dedicarse a la LIJ, transitaron ese espacio. La lista no es corta, y ostenta mucho peso en sus apellidos: Guillermo Martínez, Leonardo Oyola, Eduardo Sacheri, Diego Paszkowski, Horacio Convertini, Marcelo Figueras, Juan Sasturain, Martín Sancia, Claudia Piñeiro, Félix Bruzzone, Guillermo Saavedra, Pablo Ramos, Gustavo Nielsen

Hoy, acá, dos autores relacionados con la LIJ que acaban de publicar títulos para adultos, como Andrea Ferrari con 24 fotos (Alfaguara), y Franco Vaccarini con El vendedor de libros (Buena Cosecha Editora), nos prestan sus palabras para hacernos pensar en esta dicotomía que no del todo parece ser tal.

Andrea Ferrari nació en Buenos Aires en 1961. Es traductora literaria. Inició su carrera periodística en la revista El Porteño y fue parte de la fundación de Página/12. Ganó el Premio Barco de Vapor por El complot de Las Flores y el Premio Jaén de Narrativa Juvenil por El camino de Sherlock. Traducida al italiano, portugués, francés, coreano, búlgaro y ruso, varios de sus libros han sido incluidos en la selección White Ravens de la Biblioteca Internacional de la Juventud de Múnich. 24 fotos es su primera novela para adultos.

Nacido en Lincoln, provincia de Buenos Aires, Franco Vaccarini reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde hace casi cuatro décadas. Comenzó escribiendo poesía, por lo cual ganó una mención del Fondo Nacional de las Artes. Para adultos, publicó Maldito vacío (Letras del Sur, 2015), La editora (Galerna, 2018) y El vendedor de libros (Buena Cosecha, 2022). Ganó el Premio Barco de Vapor 2006 con La noche del meteorito, dirigió la colección Galerna Infantil y fue responsable de varias antologías. En LIJ, lleva cerca de cien libros publicados. Se destaca por su versatilidad, imaginación, humor, intriga y el abordaje de distintos géneros (realismo, fantástico, ciencia ficción, aventura, policial). Este sábado 26 de noviembre, Franco Vaccarini está participando del 9° Encuentro del Ciclo Debates: El oficio de escribir. Literatura infantil: ¿Cuáles son los desafíos para generar nuevos lectores?

“Creo que, en el fondo, los temas son prácticamente los mismos que en la literatura de adultos, pero el abordaje es otro”, opina Andrea Ferrari respecto del tema que nos convoca. “Requiere una adecuación del lenguaje, una sencillez en la expresión de las ideas, una cierta gracia. Al escribir para adultos, por supuesto, uno puede ignorar esos límites y experimentar más”. 

La novela “explora la amistad entre dos mujeres a lo largo de sus vidas, a partir de 24 fotos que congelan un instante significativo”, explica sobre su reciente 24 fotos. “Esos momentos permiten verlas en distintas épocas, observar los vaivenes de la relación y al mismo tiempo situarlas en un contexto donde se registran los cambios políticos, sociales, culturales que se suceden. También hablan sobre la memoria: qué y cómo elegimos recordar”.

“Al escribir para adultos, mis tiempos son más largos, me doy semanas de escritura y otras de silencio”, dice Franco Vaccarini. “Hay una corriente muy fuerte que nos lleva a todos para el mismo lugar; me interesa el que resiste a esa corriente en plena adultez”. 

Atado a cierta experiencia personal, cuenta que la idea para El vendedor de libros “surgió en octubre del 2019, en un viaje a una pequeña ciudad bonaerense. Tenía que dar charlas pactadas en una escuela, pero por un accidente en que estuvo involucrado un ex alumno, se declaró duelo y las charlas se suspendieron. Me encontré con largas horas vacías, lejos de casa, el día de mi cumpleaños. El pueblo tenía características distintivas. Incluso, un caníbal legendario, en realidad, un paciente psiquiátrico, que había matado a su padre. De ahí que decidí llamar al pueblo Bonfils. A partir de este ‘buen hijo’, en enero del 2020 empecé a escribir una historia de crimen y misterio, de terror religioso. El conector es un forastero, un vendedor de libros, que llega al pueblo y las fuerzas se desatan. Si tengo que buscar referentes, algo le debo a la lectura de la novela Bosque, de Antonio Dal Massetto; pero las influencias a veces ni siquiera las reconocés, son homeopáticas, es una suma de lecturas diversas”.

Dejemos, mejor que sean ellos los que tomen la palabra, que largamente ya la han tomado, y con notoriedad, para sus obras.

–¿Cómo se manejan con el prejuicio de que la literatura para adultos y la literatura para niños y jóvenes son dos aguas no sé si incompatibles, pero al menos diferentes? ¿Lo son, para ustedes? En todo caso: qué las une y qué las aleja.

ANDREA FERRARI: Creo que la literatura es una sola, que un autor puede alternar entre géneros, estilos, formas y también entre destinatarios, adultos o chicos. No veo ninguna incompatibilidad. Por supuesto, cada área es diferente y requiere estrategias literarias también diferentes. Marcaría un límite claro entre lo infantil y lo juvenil.  Me parece que en lo infantil la conciencia de la edad del destinatario es mucho más fuerte y eso establece definitivamente el tono. Entre lo juvenil y lo adulto, en cambio, creo que las fronteras son más sutiles. De hecho, muchos libros han sido publicados a uno y otro lado de esa frontera

FRANCO VACCARINI: Para mí siempre se trata de escribir. En los noventa, una editora me dijo que mis cuentos apuntaban a la infancia, a jóvenes lectores y encontré un terreno amplio donde me conecté con la forma, “mi forma”, sobre todo en la novela juvenil. Hoy siento que mis ideas van hacia un público adulto. En el mundo juvenil, la libertad fue y es desplazarme por los géneros, mezclarlos. Por ejemplo, en el género policial, quité violencia y agregué humor, parodié la novela negra. Entiendo que el prejuicio existe, y no se limita a la literatura infantil. Hay que desdramatizar, siempre está el académico cuasi victoriano en sus reglas; y el autodidacta demasiado orgulloso. Cada uno busca el calor de su cuevita, mientras afuera bailan las sombras. La vida es corta, hay que desdramatizar o correrse de esa discusión, si es que existe, y concentrarse en la escritura. La literatura es un oficio marginal, de intemperie. Pero esa intemperie indica, simbólicamente, que no hay un techo, no hay límites, y es parte de su atractivo para mí. Sigo con mi plan, entre tirios y troyanos.

–¿Qué parámetros -similares o disímiles- utilizan para una y otro producción literaria?

ANDREA FERRARI: Cuando escribo para chicos apelo más a herramientas como el humor, la fantasía o el absurdo. Creo que, en el fondo, los temas son prácticamente los mismos que en la literatura de adultos, pero el abordaje es otro. Requiere una adecuación del lenguaje, una sencillez en la expresión de las ideas, una cierta gracia. Al escribir para adultos, por supuesto, uno puede ignorar esos límites y experimentar más. Pero en verdad no es algo en lo que esté pensando todo el tiempo, es un proceso más bien inconsciente. Simplemente fluye.

FRANCO VACCARINI: Como me dijo una amiga, mis antihéroes tienen perfume a fracaso y desde esa derrota van hacia adelante, en eso se parecen. Al escribir para adultos, mis tiempos son más largos, me doy semanas de escritura y otras de silencio, de investigación. Para dar un ejemplo concreto de diferencia, en mi novela juvenil Algo que domina el mundo los dos personajes principales se hacen cosquillas, se revuelcan en el piso entre carcajadas. Hay una intención sensual evidente, pero naif como suele ser, por otra parte, la atracción en la adolescencia. En la novela para adultos, todo lo que está asociado a la intimidad se despliega de un modo más explícito. Se supone que ya adultos, pasamos por experiencias comunes, nuestros dominios, pericias y fiascos están llenos de grises. La vida se vuelve más picante, nos hace transitar por lugares que nos obligan a no percibir todo como blanco o negro, feo o lindo, amor u odio. En lo juvenil prima la aventura, cierta mirada inocente sobre el mundo y sobre nosotros mismos, con la gran virtud de que todo es genuino: estamos convencidos de que somos terriblemente singulares en nuestras tristezas, sobre todo, y en nuestras alegrías. Lo increíble es que al aceptar lo parecidos que somos a los demás, podemos apreciar las sutilezas que sí nos diferencian. Y realmente hay gente que se sale del molde, que no termina de adaptarse a las convenciones. Hay una corriente muy fuerte que nos lleva a todos para el mismo lugar; me interesa el que resiste a esa corriente en plena adultez.

–Ya no viendo la escritura en sí, sino el mercado editorial, aquí sí las cosas parecen ser bien distintas.

ANDREA FERRARI: Sí, el funcionamiento de ambos mundos es diferente. La literatura para chicos y jóvenes tiene en la escuela uno de sus principales canales de circulación. Cuando un libro funciona bien en las aulas puede seguir en el mercado mucho tiempo. Yo escribí libros veinte años atrás que siguen leyéndose hoy tanto o más que al principio. La literatura para adultos es mucho más dependiente de la novedad, a menos que se conviertan en best sellers, los libros tienen una vida fugaz en la librería.

FRANCO VACCARINI: La gran diferencia es que el libro para chicos con entrada en la escuela, permanece en el tiempo, hay reimpresiones; y en las editoriales más grandes están apoyados por un pequeño ejército de promotores. Igual, es un sistema en permanente tensión, como no puede ser de otra manera en un país con una economía alocada. Para adultos se vende mucho menos, salvo excepciones, aunque ahora se multiplican las ferias con su mascarón de proa, que es la Feria de editores independientes, que este año fue visitada por casi veinte mil personas. Entre una buena editorial independiente con cierta distribución y presencia en ferias, y una editorial multisello, hay margen para dudar. Mi novela El vendedor de libros es la primera de Buena Cosecha Editora, está armándose el sistema de distribución, la prensa, todo; y es un proceso fascinante. La comunicación directa con la editora, en este caso Luciana Villegas, es un plus.

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