Perfiles:  María Rosa Lojo

Siempre vigente

por Camila Bari

Entre 1984 y 2022 María Rosa Lojo ha publicado una destacada producción literaria de novelas, cuentos, microficciones y poesías, que mereció prestigiosos premios y que ha sido traducida en parte al italiano, inglés, gallego, búlgaro, francés y tailandés. En 2023 dará a conocer Lo que hicieron ahí (colección de relatos encadenados) en la editorial Corregidor, mientras que el resto de su obra se consolida como longseller. La editorial Penguin Random House Mondadori, en su sello Alfaguara, lanzará la reedición (revisada y con un cuento nuevo) de Cuerpos resplandecientes: Santos populares argentinos, y reimprimirá un número importante de sus novelas y cuentos: Finisterre, Amores insólitos de nuestra historia, Así los trata la muerte, La princesa federal, La pasión de los nómades y Las libres del Sur: Una novela sobre Victoria Ocampo. Por el lado de la editorial Santillana, se ha reimpreso su novela Solo queda saltar.

En el último lustro, Lojo ha sido distinguida con los más altos reconocimientos a su trayectoria creativa y académica. En 2018 recibió el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores; en 2019 fue la primera escritora argentina electa como miembro de honor de la Real Academia Gallega; en 2020 se le otorgó el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía, en 2021, la Medalla Europea de Poesía y Arte Homero (Bruselas). Acaba de recibir una demostración sorprendente del vigor de su presencia al ser transformada en personaje literario protagónico de la novela Rías de argento: una vida de María Rosa Lojo (2022) por José Luis Thomas, cuyo título alude a sus dos orillas, gallega y argentina; como la misma Lojo ha señalado, a su “largo diálogo con los muertos íntimos y colectivos, los de la historia familiar y los de la Historia nacional; un diálogo entre tierras, entre finisterres separados por el abismo de la Mar Oceána”

Tanto sus novelas y cuentos como sus microficciones líricas/poemas en prosa y poesías, atraen inmediatamente por la expansión del presente hacia una amplia memoria y al mismo tiempo hacia la expectación futura, abarcando un tiempo total en que pasado, presente y un porvenir vislumbrado arden en el fuego de una misma imagen que engloba ámbitos extensos, más allá de los límites temporales de la vida humana y de los bordes espaciales de una determinada cultura.

Puede apreciarse esa compleja visión en las paradójicas “Historias del cielo” incluidas en Bosque de ojos (2011, reeditadas en 2022 en la edición bilingüe Heaven Stories/Historias del Cielo, Nueva York Poetry Press, con traducción al inglés de Brett A. Sanders); en sus reveladoras Historias Ocultas de la Recoleta (2000); en los relatos de Así los trata la muerte (2021) sobre las andanzas y sorprendentes encuentros de los difuntos en el más allá; en las vidas de los que marchan por fuera de la corriente común en Marginales (1986) o en las vidas de los que, por romper las normas, son convertidos en mito y siguen viviendo en la memoria colectiva en Cuerpos Resplandecientes: Santos Populares Argentinos (2007)

En las narraciones de María Rosa Lojo los géneros literarios se entretejen fluidamente y, del mismo modo, las historias de los personajes que los animan se ligan de un texto al otro y a lo largo de todos ellos como una extensa red de conexiones desplegada en una amplia esfera de sentido, un caleidoscopio en movimiento, abierto a un permanente dinamismo creativo, donde vuelven a aparecer los mismos personajes con un color y un escorzo diferentes, desde una perspectiva nueva cada vez. Así, una de sus heroínas preferidas, la inefable Carmen Brey, secretaria ficticia de Victoria Ocampo, pero siempre dueña de su autonomía, aparece en dos de sus novelas con una resuelta apertura a los más diversos contextos culturales. En La princesa federal, junto a la protagonista, Manuelita, hija de don Juan Manuel de Rozas, surgen otros miembros de la que Lojo, en su Mínima autobiografía, llama su “familia virtual” literaria: en primer lugar la fuerte presencia del padre de Manuelita, Juan Manuel y, en trasfondo, la de sus primos escritores: Lucio V. Mansilla, autor de Una excursión a los indios ranqueles que Lojo parodia con humor e ironía en La pasión de los nómades, y Eduarda Mansilla de García, a quien reivindica en Una mujer de fin de siglo por su valiente fidelidad a su vocación artística y por su anticipada visión del gaucho y de la mujer en la generación de nuestra identidad colectiva.

María Rosa Lojo se define a sí misma como “novelista comprometida con la reescritura de la guerra de fronteras y sus consecuencias” y describe así su ciclo de novelas y microficciones que se construyen alrededor del tema de la frontera: “Finisterre (2005) es en buena parte el cierre de un ciclo que comenzó con La pasión de los nómades (1994). Una saga de la pampa central argentina como escenario de guerras despiadadas por el poder y la identidad, como lugar de encuentros y de alianzas, de la interpenetración de las culturas y de los cuerpos y finalmente del exterminio (aunque no definitivo) de la cultura dominada por la dominante. Tres libros, sobre todo, componen ese ciclo: La pasión de los nómades, La princesa federal (1998), y Finisterre, además de no pocos cuentos de Historias ocultas en la Recoleta (2000) y de Amores insólitos.” (2001).

Su obra revalora lo subalterno y rescata las diversas etnias que componen la población argentina: los indígenas, los hispano-criollos, los mestizos y los inmigrantes de diversas naciones. Valoriza la cultura gallega que en España es tenida a menos desde la visión centralista de Madrid, y también la cultura irlandesa que es combatida por la inglesa, tanto como el mundo periférico latinoamericano es desdeñado desde la perspectiva de la historia hegemónica mundial.

A través del tema de la guerra de fronteras en la Argentina decimonónica, la frontera se convierte en uno de los ejes semánticos importantes de toda la obra de Lojo. Originada por un exilio heredado y por el complejo tejido intercultural de la Argentina, resulta ser un lugar “entre”, un espacio de transición, una fisura entre dos márgenes. La frontera, entendida como espacio intermedio, como un ‘no lugar’ donde se vive en un no-estar ni aquí ni allá, espacio que es el mismo tanto para los exiliados como para los nativos, o para los criollos atrapados entre dos mundos y que terminan asumiendo un ser dual, un ser “otro,” un ser extrañado en su propio suelo o en territorio ajeno, ya sea el Finisterre galaico en Europa o el borde entre el mundo blanco y el aborigen.

Dentro de este eje semántico elabora Lojo una revaloración comprensiva de lo subalterno encarnado en la mujer en la frontera borrosa de su lugar “entre”. Así, la mujer blanca busca liberarse del encierro doméstico en Una mujer de fin de siglo, o del cautiverio en La pasión de los nómades y en Finisterre, o aprende a negociar con el poder masculino y adquiere nuevos saberes, en dichas novelas y en La princesa federal y Las libres del Sur. En Finisterre, Elizabeth Armstrong, mestiza, hija de un comerciante inglés y de una mapuche borogana, descubre su identidad plena gracias a las cartas que Rosalind, su niñera gallega en las tolderías donde era cautiva, decide enviarle para romper la negación de su pasado por parte de su padre.

Así, como sucede con los indígenas, muchos inmigrantes pertenecientes a etnias minusvaloradas o periféricas aparecen en sus novelas: el empobrecido erudito napolitano Pedro de Ángelis en La princesa federal; la gallega Rosaura dos Carballos, personaje feérico que acompaña a Lucio V. Mansilla en su segunda excursión del siglo XX a las desaparecidas tolderías de los ranqueles en La pasión de los nómades; Rosalind Kildare Neira, descendiente de irlandeses y gallegos en Finisterre; Alice Frinet, la ficticia secretaria bretona de Eduarda Mansilla en Una mujer de fin de siglo, y Carmen Brey, la intérprete que asiste a Victoria Ocampo en Las libres del Sur, además de muchos otros personajes secundarios.

María Rosa Lojo contribuye con su obra a abrir el espacio “entre” de esa gran frontera que era la Argentina del siglo XIX, que continúa siéndolo en el siglo XX por la inmigración y en el siglo XXI por la globalización, como el lugar para crear “traducciones” de la realidad nacional. En este lugar “entre” la obra de Lojo construye lazos con las culturas autóctonas y con las europeas de una manera creativa, no colonizadora y original.

Fotos: Alejandra López y Foto Sara Facio

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