Lecturas: Presa suelta

Sin maniqueísmos

por Fernando Manzini

Durante la dictadura de los setenta, Roberto Ferrer, médico obstetra de un hospital militar, colaboraba con el robo de recién nacidos. Extraía las criaturas de los vientres de las detenidas y las dejaba en manos de “Cigüeñas”, oscuro personaje encargado de “traer mujeres y llevar bebés”. Para no pensar en lo que hacía mientras lo estaba haciendo, el médico daba play a su casetera y escuchaba a Schönberg. Años después, un Ferrer ya envejecido es condenado a prisión domiciliaria por el delito de colaboracionismo. Cuando su entorno toma conocimiento de la condena, un grupo de manifestantes lo escracha y, al día siguiente, aparece muerto. Aquí la intriga. ¿Asesinado por los manifestantes? ¿Muerte natural? ¿Suicidio? Las tres hipótesis son igualmente probables. La maestría de Romina Doval, autora de este policial sin detectives publicado por La parte maldita, hace posible cualquier conclusión hasta develar el misterio en la última página. 

A través del uso de un narrador en tercera que va metiéndose sucesivamente en el interior de cinco personajes —cinco personalidades distintas, cinco visiones del mundo, cinco voces singulares— la autora logra entramar hábilmente fragmentos de esta historia a partir de puntos de vista únicos y complementarios. Jaime: profesor de Historia, misántropo, adorador de mascotas, angustiado por la desaparición de su gata. Bárbara: antigua enfermera obligada por Ferrer a trabajar en el servicio de partos clandestinos, en busca de una venganza imprecisa. Olinda: amiga del matrimonio Ferrer, ex amante de Roberto, ahora despechada. Carmen: la mujer analfabeta que hace algo más que cuidar a Ferrer y cocinarle la comida. Roberto Ferrer: niño dañado, adolescente inseguro, devoto esposo de Estela, padre inconcluso y colaboracionista impenitente. Cinco personajes matizados y ambiguos, con sus puntos luminosos y sus respectivas sombras. Problemas sociales como el machismo, la violencia de género, las diferencias de clase, el maltrato infantil, la violencia intrafamiliar y la obediencia debida son tratados desde diferentes registros y experiencias.

¿Es Ferrer un villano? ¿O se trata de otra víctima, un producto cultural de su tiempo? Los matices con que está construido el personaje, su misma historia de vida, permiten al lector hacerse esta pregunta. Y también otras. ¿Cuán responsable puede ser una persona de sus propias decisiones cuando sus mismos dispositivos de reacción frente al mundo fueron prefigurados por las instituciones totalitarias, la violencia familiar y una ideología hegemónica y opresiva? ¿Cuán posible es, en casos como esos, la sentencia sartreana que dice que “el hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”? No se trata, por supuesto, de justificar lo injustificable, pero sí de comprender sus raíces sin caer en maniqueísmos ni demonizaciones caricaturescas. Se trata de comprender el mal como lo que es: un entramado complejo de variables subjetivas, contextuales, ideológicas, biológicas. Además de ser una historia bien contada, con una trama inteligente y personajes bien definidos, la novela nos invita a pensar en dilemas que, más que históricos o políticos, son ineludiblemente existenciales. Como suele suceder con la buena literatura, la respuesta la dará cada lector.

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