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Literatura y deportes: En el frente de batalla

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Literatura y deportes

En el frente de batalla

por Alejandro Duchini

En los primeros meses de 1943 el rugbier argentino Noel Wilson Cooper estuvo varias veces a punto de morir en misiones submarinas que realizaba para los aliados, durante la Segunda Guerra Mundial. Había nacido en Quilmes el 24 de diciembre de 1914 en una familia de origen británico. Figura y capitán del Buenos Aires Football Club y de la Selección argentina, en 1938 integró la reserva de la Royal Navy en la lucha contra el nazismo. No fue el único. Se estipula que fueron 5000 los voluntarios aviadores y marineros argentinos que combatieron. Entre ellos, deportistas, como Cooper.

Cooper fue convocado para operaciones especiales. Investigaba playas para facilitar el desembarco de sus tropas. Se acercaba en submarino y llegaba al objetivo en un bote a remos. Cooper fue reconocido por su eficiencia. El frío, los vientos y las corrientes le jugaban malas pasadas. En febrero del 43 su superior desapareció en una misión en las costas de Sicilia y a él lo rescataron en pésimas condiciones. Y en la noche del 4 de marzo encaró otra misión. Iba en kayak junto a otro oficial. Debían reconocer una playa cercana al puerto de Sciacca. Los tripulantes del submarino que regresó por ellos nunca los encontró. Cooper tenía 28 años y no se supo de él ni de su compañero. Oficialmente, fueron 122 los voluntarios argentinos desaparecidos en la guerra; 37 eran rugbiers.

El deporte argentino les debe cierto reconocimiento. Desde lo académico, se destaca el trabajo a pulmón de los historiadores Claudio Meunier en su libro Volaron para vivir, y el de Aníbal Maffeo en Proa a la victoria. El Congreso de la Nación tuvo un gesto hace cuatro años, cuando se los recordó junto a sus herederos. Otro homenaje fue el 13 de noviembre de 2016, cuando en el Cementerio Británico de Chacarita se descubrió el Monumento a los Caídos en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial.

“En el ambiente del rugby algunos clubes tomaron la decisión de realizarles un homenaje permanente. El caso más emblemático es el del Club Rosarino Plaza Jewell, que montó un museo con los socios que fueron a la Primera y Segunda Guerra Mundial. Pero falta”, me dice Meunier.

Hay referentes de otros deportes. Entre ellos el automovilista Jorge Daly, quien, si bien nació en Chile en 1903 y se crio en Gran Bretaña, vivió desde muy joven en Argentina. Daly fue uno de los precursores del Turismo Carretera. Corrió para las marcas Plymouth, Chrysler, Dodge y Ford. Lo apodaban “el inglés”. Dejó todo para postularse como voluntario. Enrolado en la Royal Navy, fue fotógrafo oficial de la armada británica. Volvió al país en 1946 y retomó el automovilismo. Al año siguiente, salió tercero en las Mil Millas. En 1955 ganó en una prueba en Mar del Plata. Murió en 1969 y dejó en herencia una impresionante colección de fotos que su sobrino, Carlos Mey, integró a la Fundación Histarmar, de la que fue fundador con el objetivo de rescatar la historia marítima.

Paul Desmond Pinsent incursionó con los mejores de la Fórmula 1 desde los años 50: Juan Manuel Fangio y Stirling Moss, de quien fue su cronometrista personal en la reconocida Aston Martin. Nació en Argentina en 1915 y se enroló en la armada británica como ingeniero mecánico. Su desempeño en la guerra le valió condecoraciones y elogios. Incluso fue destacado por su “servicio distinguido, eficiencia y diligencia”.

Maffeo, egresado del Liceo Naval Militar Almirante Brown y abogado, trabajó diez años en Proa a la victoria tras entusiasmarse con el trabajo de Meunier. “Me asombró que muchos de los parientes de los veteranos de guerra tampoco conocían la historia”, me comenta Maffeo desde su casa en Chascomús. No sólo encontró testimonios sino archivos valiosos, como un anuncio oficial de 1940 en el que se convoca a voluntarios.

Compañeros del ya mencionado Cooper en la selección de rugby, Alan Cameron (Buenos Aires Rugby Club) y Leonardo Hughes (Belgrano Athletic) también fueron argentinos que combatieron en la Segunda Guerra Mundial. Los tres hicieron historia al integrar el plantel del seleccionado que en 1936 realizó su primer viaje al exterior. Fueron 12 días en Chile en los que jugaron tres partidos. Dos ante el seleccionado chileno y un tercero frente al Prince of Wales, de Santiago.

El ex futbolista del Alumni y de la Selección argentina Carlos Arturo Lett nunca tuvo noticias de su hijo, Carlos Mauricio, piloto declarado oficialmente desaparecido en la Segunda Guerra Mundial. Había saltado con paracaídas tras detenerse el motor de su avión sobre el Mar del Norte durante una tormenta de verano. El dato lo aporta Meunier, quien no duda en elogiar a los voluntarios argentinos: “Tenían el mismo espíritu que en una cancha. Luchaban en equipo contra los nazis, por nada, por los otros, porque jamás cobraron pensión de guerra ni les pagaban sueldo. Tampoco quisieron cobrar. Hicieron una cruzada por el otro”.

Otro caso es el de Ronald David Scott, que tiene 105 años. Símbolo del CASI, del que es socio desde 1935, además de jugar al rugby practicaba cricket, bádminton y hockey sobre césped. Me dice el periodista especializado en rugby Jorge Búsico: “Jugó en el Buenos Aires Cricket & Rugby Club, Gimnasia y Esgrima, Pucará, Belgrano Athletic y el CASI. En 1943, y tras enterarse de la matanza de Hitler en Polonia, se enroló en la Armada Real Británica para combatir en la Segunda Guerra”. Y agrega: “Un detalle de color es que Scott participó en los vuelos inaugurales de la histórica Aeroposta, lo que hoy es Aerolíneas Argentinas, entre el continente y Tierra del Fuego, en la que compartió vuelos con el autor de El Principito, Antoine de Saint-Exupéry”.

¿Por qué alguien deja todo para irse como voluntario a una guerra? Es posible que la respuesta la tenga el propio Saint-Exupéry, piloto de reconocimiento durante la Segunda Guerra Mundial. Aventurero, en su libro Piloto de guerra escribe: “He aprendido una gran verdad. La guerra no es la aceptación del riesgo. No es la aceptación del combate. Es, a ciertas horas, para el que combate, la aceptación, pura y simple, de la muerte”.

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