El anhelo
Julia Rendón
Carlos y Xiomara ya están esperándolos cuando llegan al restaurante. Hay poca luz, a pesar de que son las dos de la tarde. La alfombra es gruesa y el cochecito no rueda tan bien. Grego duerme, Hernán empuja. Vanessa tapa al bebé porque el aire acondicionado está muy fuerte. Al entrar, se pisa una parte del vestido, sabía que debía haberlo arreglado, pero ya lo hará cuando vuelva a México. En Miami no conoce a una buena costurera.
Carlos se levanta apenas los ve entrar y se cierra el botón del blazer. Al abrazar a su hijo, le da dos grandes palmadas en la espalda. Su mujer, Xiomara, que también se ha parado, abraza a Vanessa, que sin perder de vista el cochecito saluda deprisa a su suegro. Luego, con apuro, le acomoda la cobija a Grego que sigue dormido. Quizá pueda comer y conversar, piensa, mientras se toca su aro de perla de la oreja derecha.
Xiomara es la primera en acercarse al cochecito. Cuando Carlos, alzando la voz, lanza un ¡ya desde chiquito es un campeón!, Grego mueve un poco los pies y se pone de lado. Hernán acomoda el coche entre su silla y la de Vane.
—¿Tienes frío, amor? —le pregunta y, sin esperar la respuesta, le pone un chal encima de la espalda. Ahora Vanessa está preocupada de que no se le resbale el chal.
Carlos se desabrocha el blazer y cuando todos están sentados, pone una mano sobre el muslo de Xiomara y le pregunta a Hernán por Guillermo. Carlos siempre sonríe cuando escucha hablar de su hijo menor y eso lo sabe Hernán. Está, y siempre estuvo claro, que es el preferido. Que a Guille no le gustaba ir al colegio de curas, que bueno, que le cambien al Americano. Que Guille no quería salir a estudiar sino que se quería quedar en el DF haciendo su carrera, que bueno, que se quede en la UNAM. Que Guille no quería ser del directorio de la de vidrios, que bueno, pero que por lo menos tenga un voto. Que a Guille no le gusta la mediana de las Calderón sino la más chiquita, que bueno, que se la coja a la chiquita que ‘luego, luego’ vemos con quien le casamos. Que no se quiere casar, que bueno, que todavía está joven. En fin, en este imperio, Hernán sabe que el rey no va a ser él, que es el mayor, a pesar de hacerlo todo bien. Y eso que con Grego ha subido puntos.
Vanessa se pide una copita de vino blanco, aunque quisiera no poder hacerlo, y mientras toma piensa en Mayra, la nana de Grego, que les dio de lactar a sus hijos hasta los tres años. Ella no pudo ni darle una semana. Se sentía débil, y aunque Mayra trataba de ponérselo en la teta, siempre venía alguien, las visitas llegaban sin avisar, y Hernán le decía que se tapara. Cada sacada era un desgarro. Una partida más dura que el propio parto. Mayra comenzó a darle el biberón, y el bebé a pesar de fruncirse, se lo tomaba. Al terminar, Vanessa veía cómo la nana lo apapachaba, lo abrazaba y acariciaba las orejitas mientras le cantaba una canción de pueblo. Está segura de que lo hace como para compensar. Ella ha escuchado a Mayra y a las otras hablar de cuánta leche tenían, de que les dieron a sus seis y más hijos hasta por lo menos los dos años y medio. Esa gente no tiene visitas, o por lo menos no les hacen taparse cuando llegan. Por eso no se les seca la leche.
Ahora mira a Grego. Hernán y su padre discuten de negocios y Xiomara le pasa la carta. Vanessa ni la abre porque eso lo hace siempre su marido. Además, quiere estar atenta para cuando se despierte su bebé ser la primera en hacerle upa. En su casa del DF, nunca echa la carrera. Apenas llora, Mayra va. Sube rapidísimo las escaleras y lo agarra primero. Vane quiere ir a ver a su hijo, pero Hernán suele decirle que siga descansando, que ya le va a pedir el desayuno. Siempre le ordena huevos rancheros, aunque a ella no le gusten tanto los huevos. Para cuando llegue a la mesa, Mayra ya le habrá dado el biberón a Grego y lo tendrá en brazos. También sabe que a veces se lo cuelga con la tela en la espalda, aunque a Hernán no le guste, lo hace a escondidas de él, y de ella, por supuesto. Grego se sonríe al ver a su mamá. Vanessa recién lo puede cargar cuando ha terminado su desayuno. Pero Mayra pronto se lo quita pues ya tiene que cambiarle el pañalcito, seguramente muy orinado.
Hernán y Carlos ahora hablan del golf. Hernán le cuenta a su padre que está jugando todos los sábados. Xiomara habla por teléfono, mejor, así Vanessa no quita la vista de Grego. Pronto se va a despertar. Siente que tiene que ir al baño pero trata de aguantarse. Cuando Xiomara cuelga el teléfono, le pregunta si sigue con la misma nana.
—Si, Mayra, es muy buena —le contesta, mientras se sube el chal que se le estaba cayendo de los hombros.
—Qué imprescindible es eso ¿no,Vane? Con mi primer marido tuve que criar a mis hijas sin ayuda. Me hacía pulpo —dice mientras bebe su copa de vino blanco.
—Igual, con nana y todo, una se hace pulpo —piensa que es obvio que Xio antes de estar con Carlos no tenía de donde pagar nada—. Pero, ¿pudiste pasar mucho tiempo con tus hijas, ¿no?
—Si, el tiempo vuela, Vane, aprovecha mucho con Grego. Está demasiado lindo, a poco no es un señorcito, se parece al abuelo ¿no? —mientras lo dice le aprieta la mano a Carlos.
Vanessa se levanta, no puede esperar más para ir al baño. Camina rápido, el vestido se le vuelve a enganchar en los zapatos. Adentro no hay nadie y ella se mira al espejo. Está poco maquillada, no le dio tiempo el Grego. El pelo lo tiene lacio por la keratina japonesa. Quiere apurarse, pero toma un respiro. Afuera, junto a la puerta, la está esperando Hernán, siempre la sigue apenas se levanta de la mesa. Cuando sale, él la agarra del codo y vuelven juntos, más despacio.
Grego ya se ha despertado y lo tiene Xiomara. El bebé se ríe y estira sus bracitos cuando ve a su madre. A pesar de eso, Xiomara no se lo pasa y se lo entrega a Carlos quien lo tiene un instante, lo alza y le quiere hacer avioncito, pero Grego hace pucheros. Hernán se lo quita casi en el aire. Le hace caritas y le ruge como un león. Xio y Carlos ríen a carcajadas, mientras Vanessa sigue de pie, con los brazos extendidos.
Mayra también le juega al avioncito, aunque a ella le parezca una pendejada. Pero Grego con la nana se sonríe y levanta sus bracitos como si fuera un pájaro.
Hernán agita al bebé y Vanessa piensa que si lo hace llorar tal vez se lo pase. Decide sentarse y se toma el vino, dejando una mancha de pintalabios rosa en la copa. Se friega las piernas con las manos. Tiene frío pero no hambre. Han llegado las entradas: camarones jumbo y un queso brie con manzana. No puede dejar de mirar a Grego.
—¿Te doy un camarón, chiquito?
—No, Hernán, no puede comer camarones todavía, es muy pequeño.
—Pero si ya es un campeón. ¡Míralo, mi amor!
—Mejor y me lo pasas, Hernán, así le doy el biberón.
—Pero antes dámelo a mí, así lo apapacho un ratito de nuevo —se mete Xiomara mientras le hace caritas al bebé.
Hernán le pasa al Grego por encima de la mesa, saltándose el puesto de la madre. Vanessa recuerda que cuando nació se lo sacaron al instante. Que tenían que medirlo y pesarlo, que tenían que ver que estuviera bien. Ella no le quitaba los ojos de encima. Se fregaba las piernas, tenía frío, mucho frío.
Xio le habla, lo toca, le canta el bravo, bravo bravo bravísimo bravo. Vanessa se muerde los labios, espera. Carlos y Hernán aplauden. Grego no ríe. Se da la vuelta en busca de su mami, o en busca de Mayra, quién sabe. Mayra no está, seguramente lo espera con ansias en la casa, en México.
Vane quisiera quedarse a vivir en Miami, pero seguramente Hernán se conseguiría a otra Mayra. Una cubana. Una cubana que le cocine arroz con habichuelas o esas cosas, esas ropas viejas o como se llamen. Seguramente a la cubana también le chorrearía la leche al alimentar a sus hijos. Esas mujeres siempre tienen.


Julia Rendón
(Ecuador, 1978)
Narradora y artista plástica ecuatoriana. Es licenciada en Comunicaciones por el Boston College y tiene dos posgrados (Parsons School of Design de Nueva York y Universidad Nacional de las Artes Argentina). Además, cursó la especialización en Escritura Narrativa en el instituto argentino Casa de Letras.
Varios de sus textos han sido publicados en diferentes medios impresos y digitales, como La Balandra, Entremares Magazine, SoylaZoila, La Barra Espaciadora y Yoga+, entre otros. Su trabajo en periodismo narrativo consta en las antologías El otro portal (La Barra Espaciadora y Doble Rostro Ediciones, 2017) y Coro de voces: crónicas de un terremoto (Ayuda Directa Onlus, 2017).
En el 2015, el sello argentino Linda y Fatal Ediciones publicó su primer volumen de relatos cortos, La casa está muy grande. En 2020, la Editorial Loqueleo (Santillana) del Ecuador publicó su libro infantil La mano de Malena.
Es fundadora del Espacio Cultural PezPlátano en Cumbayá, Ecuador. Actualmente dicta talleres de escritura creativa, y, lo más importante: es mamá de dos hijas, fuentes de inspiración inagotable para su trabajo y su vida.
Tremendo….pensé que algo malo iba a pasar. Me gustó mucho. Un tema muy actual, como se castiga a las mujeres puérperas, se las anula, o al menos así se siente la protagonista, ya ni siquiera se siente más importante que la nana de su pequeño. Me gustó el manejo de la tensión durante toda la escena, la parte en que se aguanta para ir al baño es buenísima, el detalle de que no cosió el vestido. Soy madre de dos niños pequeños, no hace mucho que salí de esa etapa y realmente pude sentir esa angustia que siente la madre por ver cómo no puede decidir lo que desea hacer. Aunque quizás podría hacerlo, pero ella siente que no, que no es capaz.
Aunque tarde, les hago llegar mis comentarios sobre “El anhelo”. El cuento es perturbador, incómodo, y me parece bien que provoque ese efecto en el lector. Es casi lo que más me gustó, cómo va creciendo la molestia hacia esa situación de opresión, de sumisión, hacia la no reacción de esa mujer, que acepta todo como si fuera lo que corresponde. Y como reflejo casi lógico en su condición de mujer de clase privilegiada, el rencor clasista contra las que, sin tener casi nada, “tienen”. Coincido con aquellos/as que mencionan el enredo con los nombres al principio. Es cierto que al avanzar el cuento eso se aclara, pero también es cierto que obliga a retroceder en la lectura más de una vez, y eso me parece una dificultad innecesaria en la lectura. Creo que el lector que encontró influencias de Raymond Carver está en lo cierto.
Gracias por la posibilidad de leer estos cuentos, y de compartir opiniones.
Gracias por pasar a leer y comentar, Mercedes. Siempre es un gusto leer los comentarios de quienes visitan la Biblioteca y participan del Club.
Abrazo grande.
Como le pasó a varios me costó ubicar a los personajes, tuve que releer la primera parte del cuento. La mención al hermano Guillermo creo que es excesiva porque no tiene demasiado peso en la escena que se está describiendo. Creo que está bien descripta en forma creciente la inseguridad de la protagonista que obviamente está viviendo en un ambiente que no es del que ella proviene, seguramente Vanessa ascendió en la escala social a través de su matrimonio con Hernan y x eso ve todo como amenazas sobre todo en la crianza de su hijo, envidia de alguna forma a la nana pero la desprecia al mismo tiempo y creo que en gran parte es porque ella seguramente proviene de una familia de origen humilde. Me gusto el cuento salvo la confusión de nombres del comienzo. Gracias a La Balandra por compartir todos estos textos!!!
Gracias a ti por pasar a leer y comentar, Liliana. Me alegra que a pesar de la confusión que mencionas hayas logrado disfrutar la historia.
Un abrazo.
En el cuento se refleja con nitidez los sinsabores de Vanessa, que vive actuando una vida forzada.
El problema de no poder amamantar a su hijo, aunque es primordial para ella, pareciera que fuese la gota que está por rebalsar el vaso. Al fin y al cabo, eso será temporal, y en cambio, deberá continuar soportando a Hernán con todas sus imposiciones.
Dada la sumisión de Vanessa, el cierre del cuento es exacto. Desea algo pero inmediatamente lo niega.
Interesante reflexión, Gustavo. Coincido, creo que el cierre del cuento deja traslucir la propia contradicción de la protagonista.
Gracias por pasar a leer y dejarnos tu comentario.
¡Un abrazo!
Creo que el cuento logra transmitir muy bien la perspectiva de una mujer que aparece todo el tiempo como espectadora, hasta de sí misma, de su propio deseo incumplido, que se queda viendo cómo se lo arrebatan de las manos. Permanece cómoda en esa incomodidad y no parece del todo consciente de lo que le sucede. ¿Quizá falta de confianza en sí misma? Quizá. El acto de amamantar puede dar a las madres esa confianza en la propia capacidad de criar, de tomar decisiones.
Que el marido se levante a buscarla cuando va al baño me resultó un gesto de control excesivo. Me parece que este marido simplemente la ignoraría, como el resto. Ella podría no estar allí, para todos ellos y para ella misma.
Sí, hay mucho de exceso de control de parte del marido en la historia, creo que eso se nota desde el arranque, cada detalle contribuye a confirmarlo.
Muchas gracias por compartir tus impresiones.
¡Un abrazo!
Hola! Sí, después de hacer mi comentario volví sobre las intervenciones del marido y me di cuenta de que ese gesto al que me refería estaba alineado con otros que aparecen antes en el cuento: el de obligarla a taparse cuando llegaban visitas, impidiéndole amamantar a su hijo, y el de colocarle el chal en el restaurante, aunque a ella le incomoda. En los dos casos no sólo hay control, sino que se trata de cubrir el cuerpo de la mujer, de taparlo. Amamantar es también un acto de sensualidad que le está vedado, y ella ansía la libertad sobre su cuerpo que gozan mujeres de otra clase social.
Muy buenos los detalles que resaltas, JB. Efectivamente, son sutilezas que sumadas completan el significado.
Gracias por compartirlo.
¡Abrazo!
No me gustó. Me pareció que es un relato donde se entremezclan muchos nombres propios para caracterizar un clima cargado de sumisión y falsedad.
Este cuento no logró engancharme. Ni el tema, ni el ritmo narrativo, ni el estilo. Al principio no entendía quién era quién. Lo sentí lejano y extraño. Y no creo que sea porque la autora no es argentina, ya que con otros autores no me pasa. Tal vez sea una simple cuestión de gustos literarios. Leí atentamente la sección en que la autora habla del hecho que le dio origen al cuento y creo que plasmó muy bien en el relato la sensación que le causó esa gente.
Lamento que no te haya enganchado el cuento, María Alicia. Sí, es posible que sea una cuestión de gustos literarios.
Sin embargo, te agradezco el tiempo que te has tomado en leerlo y dejarnos tus impresiones. Todo aporte sincero y abierto es positivo para la actividad.
¡Un abrazo!
Lamento que no te haya gustado el cuento, Cristina. Veo que te molestaron los nombres. Sin embargo, si bien al principio suena algo abigarrado enseguida queda claro quién es quién. Tengo la sensación de que la incomodidad también va por el lado del tema que se trata en la historia, un tema por demás incómodo, en especial, en los tiempos que corren. También creo que, si te incomodó, es un gran logro de la autora. Incomodar, disgustar, conmover, molestar, o no, también es algo que se busca con algunos textos. No sé si habrá sido la intención de la autora, no lo creo, pero si te produjo esa sensación ya es algo positivo. Mas vale una incomodidad que no generar nada, ¿no crees?
Muchísimas gracias por tomarte el tiempo de leer el cuento y, en especial, ¡gracias por dejar tu comentario! Me encantó poder leerte.
¡Un abrazo!
Me costó engancharme. Muchos personajes y una trama engorrosa. Y quizas también al tratarse de un entirno social distinto al nuestro. Obviando detalles lo que sobresale es la subvaloración autoimpuesta de una madre con un bebé. Dentro de ese eje subyacen subtemas: una familia disfuncional, un marido dominante más preocupado por su familia originaria que por la suya, suegros muy influyentes, escasos deseos de independencia de la esposa.
Quizá lo más destacado sea como testimonio de lo que «no le debe suceder» a una madre primeriza.
Creo que es un cuento para reflexionar.
Aunque te costo engancharte, me alegra que hayas terminado de leer el cuento, Teresa. Eso es muy valorable. Coincido en que la historia tiene muchos personajes. Sin embargo, no coincido con que sea engorrosa la trama. La verdad me parece que todo va fluyendo y entendiéndose a medida que avanzamos en la lectura. Sin embargo, sí que es ríspido el tema que subyace. De hecho, alguien más comentó que no había logrado engancharse, que el cuento le había resultado incómodo, precisamente, por la cantidad de nombres y el tema. Por supuesto, es una postura muy respetable, no a todos nos tiene que interesar ciertos temas, o tenemos por qué disfrutarlos. Y sí, coincido en que es un cuento para reflexionar.
Me alegra que hayas podido pasar a leer y dejarnos tu comentario. Muchas gracias.
¡Un abrazo!
Refleja al patriarcado, Los hijos son concebidos para continuar el linaje. De tal manera que la madre del esposo es la que dará esa continuidad. Durante la monarquía en Europa de los siglos XIV y XV, los hijos no eran criados por las madres, sino que se los sacaban y los criaban las siervas.
Los hijos veían a las madres cuando el Noble se lo permitía. Después pasaban fuera del contacto con ellas y con el padre, también. Pero el padre proveía a los educadores, según su criterio para prepararlos para recibir la herencia del feudo.
Viejas costumbres, distópicas. Pero esos resabios siguen vigentes como otros resabios culturales.
En la novela. «El señor de las moscas» de William Golding se dice que lo que la cultura construye en siglos, el hombre lo puede destruir en un segundo. Bueno, en parte, este cuento refleja que lo que la cultura construye en un momento histórico, se puede sostener en muchos matices y vericuetos de la cultura durante siglos.
Muy interesante tu aporte, María Inés. Gracias por pasar a leer y compartirlo.
¡Un abrazo!
En el primer párrafo nos presenta a todos los personajes, el espacio, dónde viven, la posición social y las actitudes de cada cual. Cada gesto de la mujer es una obsesión por el niño. Pide una copa de vino y quisiera no poder hacerlo. Piensa en la nana que tiene pechos llenos de leche hasta los tres años. Ella no. La nana le ayudó, pero venían visitas sin avisar y su marido no quería que la vieran, que le vieran las tetas. Se le seca la leche por las visitas y porque se tiene que tapar. A la nana y a las otras no les pasa eso. Al final el biberón se lo da la nana, le hace provechito, le canta canciones de pueblo y lo hace dormir. Encima, el pendex ya se despertó y está en brazos de la abuelastra. El bebé le estirá los brazos pero pasa a manos del abuelo que le hace avioncito y el niño pucherea, se lo quita el padre, le hace el rugido del león, todos, ríen, festejan, la Vane sufre, también la nana le hace avioncito y el niño disfruta, abre sus brazos como un pajarito. Ella lo pide para darle la leche pero se lo saca la suegrastra. Se lo sacan de las manos, tiene frío, como cuando se lo sacaron cuando nació, ella no le saca los ojos de encima, la suegra le canta, lo mima, todos festejan, ella se muerde los labios, el niño la busca, o busca a la nana que lo espera en su casa, en otro país. Quisiera quedarse en este país, pero es inútil, el marido le pondrá otra nana de pechos llenos, que le cocine, y todo será igual todas las nanas son iguales, tienen leche, ella no.
De más está decir que me gustó el cuento, que pude meterme en la mesa de los comensales y ver en los ojos y en los gestos de la Vane todo su anhelo insatisfecho.
Precioso, Rubén. Me alegra que hayas disfrutado la lectura. Como siempre, es un gusto leerte. Ojalá el cuento que viene también te guste.
¡Un abrazo!
El tema es interesante: lo que se desea versus lo que se hace, y por qué alguien hace sus deseos a un lado para cumplir con la presiones y pretensiones de los demás.
Por otro lado, me costó manterme interesada en la lectura.
Personalmente no fue la cantidad de nombres, como señalaron otros, lo que me generó distracción, fue que los use acortados. No comprendo cuál es la intención, a menos que lo hubiese hecho sólo con Vanessa y el bebé.
Tampoco me parece que sea la cantidad de personajes lo que distrae, ya que los maneja de forma que sea rápido distinguirlos (aunque, en mi opinión, rozando los estereotipos). Pero sí, al darle tanto espacio a cada uno, cuesta enforcarse en Vanessa, cuando la intención parece ser que sea ella la protagonista.
Otra cuestión destacable del cuento es que se enfoca en mostrar, más que en decir.
Saludos.
Muy buen dato el que aportas, Sol. Además, es muy interesante lo que mencionas sobre la posible causa de esa falta de mantenimiento del interés. No coincido en que el espacio que se le da a los otros personaje sea mucho porque es la mención a esos otros personajes y su interacción con la madre, evidentemente la protagonista, lo que construye eso que le pasa. Sin embargo, no deja de ser llamativo y destacable que lo menciones.
Muchas gracias por pasar a leer y comentar, es siempre un gusto leerte.
¡Un abrazo!
De casualidad, leyendo LA BALANDRA N° 1, recién leí otro cuento de Julia Rendón, «Ojo de perro». Parece otra escritora. Prefiero la de «Ojo de perro».
Muy buen dato. Lo leí y está muy bueno.
Saludos.
Gracias por tu lectura y comentario, Sol.
Siempre ahí, compartiendo con nosotros.
¡Un abrazo!
Mira qué bueno, Fernando. Genial que estuviste leyendo el Número 1 de La Balandra, para mí uno de los más interesantes. Y el cuento de Julia ahí está muy bueno. En ese mismo número fue publicado el cuento «La balandra», de Carlos Costa, que también hemos leído en esta edición del Club.
Creo que todos escribimos por fases, vamos recalculando, por decirlo de alguna forma. Modificamos nuestra forma de expresarnos. Tal vez ese es el cambio que has visto entre aquel cuento de Julia y este. A mí los dos me han gustado, de hecho, me pareció mucho más madura la forma en que logra el significado en este último cuento. Pero eso, creo, también es una cuestión de gustos. Igualmente, me parece fantástico que prefieras esa otra Julia, ja.
Bueno, te dejo un abrazo y espero que nos sigamos leyendo.
¡Saludos!
La incomodidad física (mucho frío, mucho calor, el niño te golpea, la ropa te queda mal) siempre me ha parecido un factor común de la maternidad, y al mismo tiempo, una de esas verdades no dichas. ¡Me sentí tan identificada!
La nana, la leche, la culpa, “esas mujeres”… me gusta la sutileza con la que Julia trata esta dinámica tan real, ridícula y poderosa al mismo tiempo.
Me perdí al principio con tantos nombres. Luego la historia se esclarece un poco. Vanessa es la típica mujer cómoda que se queja porque la ningunean pero es una muñeca de lujo, en sí misma. Está bien llevado el relato, un resumen del típico telenovelón de la tarde. Nada pasa. No tiene final. No llamaría mi atención si lo leyera en una antología.
«El anhelo», de la escritora ecuatoriana Julia Rendón
Logra captar al lector con una buena construcción de lo escrito. Presenta con claridad a los personajes identificando algunos rasgos de personalidad problemáticos. El foco está puesto en una mujer. Desde el inicio de la trama se destaca su incomodidad frente a determinados hechos y la comodidad de quedarse en ese lugar de sometimiento. La obediencia a determinados patrones culturales de una época y lugar, hace que esta historia no sea ajena a quien la lee.
El anhelo de no ser ignorada por su familia ni por su hijo. Muchos nombres para un cuento corto. Me parece demás el párrafo dedicado al Guillermo, si se lo saca y apenas menciona la característica de él en una línea, el cuento ganaría. Salvo que la idea de ese párrafo sea marear al lector, y con eso párrafo fortalecer la sensación de calesita en todo el cuento.
Me pareció un muy buen cuento, muy bien llevado el pulso narrativo y usados con mucho acierto los recursos. No es pretencioso, y eso es una virtud que el lector siempre agradece. Narra exactamente lo que quiere narrar sin ningún artificio ni ninguna pretensión de raro simbolismo o rebuscado significado. Ocurre que el tema que tiene entre manos ya tiene, de por sí, el suficiente peso argumental como para que baste sólo el relato para llegar al centro emocional del lector. Ese «anhelo» es tan sólido en el personaje de esa madre que casi se percibe como un personaje más del cuento, un comensal más de esa mesa, quizás el más perverso, por someter a la madre a ser «madre» en un futuro incierto que todos le alejan como si corriera el horizonte. Con las acertadas y medidas descripciones de la autora, uno casi puede percibir que sus brazos se van alargando hacia su hijo en un infinito que amenaza con ahogarla, figurativamente, en ese mar de leche materna que «todas esas mujeres siempre tienen». Meritorio, también, cómo la autora logra la pintura de ese personaje que, a pesar de lo que vive y siente, no se muestra resentida, sólo anhelante. Ese (y no por casualidad es el título) es el gran mérito, creo yo, de la narración, poder dibujar con tanta precisión el anhelo y no rozarlo jamás con ningún tipo de resentimiento, cuando es obvio que le sobran motivos para tal cosa.
Decir, por último, que en ciertos pasajes de la lectura me hizo recordar levemente a Raymond Carver, por esa habilidad para volver insoportable lo cotidiano y terrorífico lo más inocuo, para hacernos sentir que esas cosas que manipulamos a diario, casi sin mirarlas, pueden ser también bombas de tiempo.
Gracias por compartirlo.
Buenas tardes a todos: bueno, me costó un poco enchufarme, un enredo de nombres al comienzo, después de ir repasando esas partes me pude familiarizar con los personajes. Evidentemente el cuento gira en torno a Vanesa, aparentemente ella tiene varios problemas de personalidad: tímida, no se atreve a manifestar sus deseos, no se impone como madre ni esposa, sufre de un gran complejo por no haber podido amamantar a Greco, envidiando a las otras madres y tal vez despreciando a quienes considera socialmente inferiores. Como esposa vive a la sombra de Carlos, ella es sumisa. El cuento, más que una historia familiar muestra una personalidad sufriente, como dicen; «La procesión va por dentro», y todos llevamos la nuestra.
Particularmente el cuento no lo encontré muy bueno… pero te hace reflexionar.
Yo sacudiría a Vanesa y la obligaría a rebelarse, al respecto me asalta una inquietud; en estos álgidos tiempos ¿no estará la autora llamándonos a rebelarnos? Como dijo Elon Musk, ¿nos tomamos la pastilla roja?
En una narración simple y cotidiana, la autora logra ´poner sobre la mesa´ muchas debilidades humanas: la falsedad, el sometimiento, la sumisión, la envidia, el poder del dinero, el desconocimiento del otro… Una familia disfuncional, interpretando cada uno su falso rol, para ser ´políticamente´correctos. En mi concepto, es una narración de «continuará…», ya que pude imaginar lo que seguiría: el brindis, la despedida, las promesas, los abrazos de despedida. Todo ¡una farsa! Aplauso para la autora porque hizo de una escena simple, un cuento sinfín.
La tensión del relato se manifiesta en detalles (un vestido que se enreda con el zapato, un chal que se desliza, la certeza de saberse observada) y se sostiene hasta el final. Con palabras precisas la autora crea un panorama muy claro sobre la cadena de frustraciones que atraviesa a la familia. El lector observa como el hilo se estira sin llegar a romperse, y como subyace el anhelo. Muchas gracias.
Me gustó cómo va aumentando la tensión en el relato respecto a cómo se ve limitada su autonomía en el ejercicio de su maternidad y sobre su vida.