Lecturas: Cigüeñal
Más que el deseo
por Salvador Biedma
6 de enero de 2020. La mujer lleva a su hija a la colonia de vacaciones con el tiempo justo, va a tener que apurarse después para llegar a una reunión en la oficina, está dejando de fumar, en ese desborde le escribe mensajes por celular a su pareja y las respuestas nunca son las que ella espera o necesita, pero no va a decirlo. En la fiesta de fin de año de la empresa pasó algo con un compañero; no sabremos hasta bien avanzada la novela qué fue ese “algo” ni hasta dónde está dispuesta a llegar la protagonista.
Cigüeñal, de Silvina Gruppo, es el monólogo interior de una mujer de 43 años, su catarata de pensamientos, el diálogo consigo misma entre presiones, miedos, ansiedad, agobio, fantasías y recuerdos. El temor a resultar una “mala madre”, las imágenes de su propia infancia, los parecidos y las diferencias entre ella, su hija y su mamá. El temor a estar embarazada otra vez. Las ganas de fumar y las estrategias para evitarlo. Las tareas pendientes, las pequeñas decepciones, las burlas por un regalo sin sentido. La difícil comunicación con Sebastián, su pareja. Un accidente en la calle. La reunión que se atrasa. Y lo que pasó en la fiesta con un compañero de trabajo que nunca le había llamado la atención, con el que va a reencontrarse en la oficina por primera vez desde aquella noche, la noche antes de abandonar el cigarrillo.
Suele mencionarse como pionero en el uso del monólogo interior al prodigioso autor vienés Arthur Schnitzler, quien utilizó el recurso en El teniente Gustl para criticar el duelo, la militarización de la sociedad, la persistencia de instituciones que creía caducas y volvió a explotarlo en La señorita Elsa. En la novela de Gruppo, además de marcar un ritmo acelerado, el monólogo interior permite ver las dudas de la protagonista, la diferencia entre lo que quisiera responder en distintas situaciones y lo que efectivamente contesta, entre lo que fantasea y lo que ocurre, entre lo que quisiera que haga Joaquín –su compañero de oficina– y lo que él hace, entre lo que le gustaría hablar con Sebastián y lo que le dice. Más que el deseo o las ganas, aparece el miedo frente a los otros. Y, por ejemplo, la idea de que, si algo indica que tiene una hija de cinco años, no se van a fijar en ella como mujer. Hay frases cortas entre paréntesis que cumplen la función de notas mentales de quehaceres que no quiere olvidar (comprar shampú, por ejemplo).
Uno puede preguntarse, al leer textos escritos en la actualidad, si de algún modo asomará la pandemia de coronavirus, que tanto afectó la vida cotidiana en todo el mundo. Esa novedad plantea desafíos. Cigüeñal comienza el 6 de enero de 2020, los lectores sabemos lo que vino poco después, pero los personajes no. En algún momento puntual, esto genera una tensión que la autora maneja con sutileza y soltura. Una vez terminado el libro, vale detenerse en la ilustración de tapa, en los distintos elementos que aparecen ahí, en lo que dice desde el lenguaje visual sobre la novela.