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Lecturas: Alto en el Cielo

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Lecturas: Alto en el Cielo

De la literatura como pasaje y contraseña

por Mariana Iglesias

Para quienes alguna vez tomamos contacto con la literatura de Juan Pablo Bertazza (Buenos Aires, 1983), cada nueva obra suya es como saberse con un pasaje en mano hacia alguna aventura. Y es que su novela anterior, Síndrome Praga (Adriana Hidalgo, 2019), nos llevó de expedición por las calles de la capital checa junto a Rodrigo, su protagonista, un argentino que deambula por esa ciudad con nuestra idiosincrasia a cuestas, tratando de hacerse “la Europa” como guía de turismo y siendo testigo de la llegada de una extraña peste que azota a la ciudad en tiempos del 2.0.

¿Literatura de anticipación? Todo puede ser en el universo de Bertazza. Lo cierto es que, en Alto en el Cielo, la precuela de Síndrome Praga, el autor profundiza en la mitología urbana pero la escena se plantea del lado de acá.

En este caso, la protagonista, Katka Furstová, cruza y traza puentes permanentes entre Praga y Buenos Aires para encontrar la esencia de una ciudad en la otra y lograr un puente o pasaje directo, hacia el lado de allá. La llave o contraseña será ni más ni menos que el gólem, una figura del folclore medieval cuyo relato más famoso indica que un rabino creó este autómata de barro para que proteja el ghetto judío de Praga.

Se intuye que este souvenir checo está escondido en algún lugar de Buenos Aires. De esta manera nos embarcamos junto a Katka en un paseo desde los túneles del majestuoso edificio de Aguas Argentinas, hasta la buhardilla del insólito chalecito ubicado en lo alto de un edificio sobre la 9 de Julio. En este periplo irán apareciendo una serie de personajes profundamente porteños y reconocibles que interactúan con Katka en su recorrido por lugares tan emblemáticos como inquietantes, pero vistos desde la extranjería. 

Es allí donde reside la clave de lectura y el sello de autor. Es que Bertazza es capaz de colocar (nos) a los porteños en el “lugar del otro”. Ese lugar (por no decir ese monstruo) que siempre mantiene atenta a la literatura argentina, que Bertazza conoce bien porque es argentino, escritor, poeta y porteño. Y eso no se arregla fácil, diría Julio Cortázar, cuya presencia en ausencia rodea el texto.

La novela comienza por el capítulo seis y avanza en orden decreciente, pero al galope. Siguiendo la leyenda, la debilidad del gólem reside en su incapacidad de hablar y para activarlo bastará escribir en su frente la palabra hebrea Emet: “verdad”. 

Por el contrario, para inmovilizarlo hemos de borrar la primera letra de Emet (la letra aleph) y entonces se leerá met, que significa “muerto”, convirtiendo al gólem en solo una masa inerte de barro. “El chalet tiene algo de barco o laberinto” reflexiona uno de los protagonistas de Alto en el cielo. Podemos pensar que la literatura argentina y el lenguaje -como contraseña para no terminar siendo masas de barro inerte-, también.  

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