La literatura del rock en Argentina

Memoria, historia y legado

por Mariano Del Mazo

“El periodismo musical consiste en gente que no sabe escribir entrevistando a gente que no sabe hablar para gente que no sabe leer”. La frase se le adjudica a Frank Zappa y es pura chispa retórica: tal vez no tiene mucho que ver con cierta verdad histórica. A lo largo del siglo XX, con sus mártires y genios y alegorías, la música popular ha despertado interés tanto en el plano anecdótico como en el analítico. Es innegable que existen pésimos periodistas y escritores, pobres declarantes y perezosos lectores, pero lo concreto es que al menos en referencia al rock el fenómeno cuantitativo supone también una buena porción de ediciones de calidad

La literatura alrededor del rock –biografías autorizadas y no autorizadas, vivisección de discos, compilación de artículos, registros detallados de conciertos en vivos, historias de estudios de grabación, enciclopedias- es un fenómeno que en la Argentina alcanzó su cenit hace una década aproximadamente. Ya atemperado, en los últimos años se estabilizó. El furor lo desataron o motorizaron las editoriales multinacionales, sobre todo Planeta y Penguin Random House. “Efectivamente, tuvo que ver con una puesta en valor por parte de los sellos editoriales grandes –dice Mariano Valerio, periodista cultural y editor de Planeta-. Hasta no hace mucho, el libro de rock estaba asociado a la poca circulación, baja tirada y una producción industrial que dejaba de lado ciertas cuestiones estéticas. No eran, digamos, libros ‘lindos’. Esta ‘puesta en valor’ puso en evidencia que existía un nicho poco visitado: había libros por hacerse y gente con ganas de leerlos. Como con todo boom, en el momento de la cresta de la ola sale de todo. Después las cosas se calman y el tamiz del tiempo pone todo en su lugar. Hoy por hoy, ya se publica de manera más selectiva, y el lector es más exigente. Al fin, el del rock es un fenómeno al de los libros de cocina”.

Mientras Planeta rastrillaba biografías y autobiografías de artistas y bandas que iban de Spinetta, Pappo, Luca Prodan y Los Redonditos de Ricota a Arbolito y Diego Frenkel, y Penguin Random House desplegaba una política similar –aunque más acotada y selectiva- con Gustavo Cerati, el Indio Solari y Serú Girán, se fortaleció al costado del camino una serie de sellos especializados independientes. Realizan una tarea encomiable, más artesanal, a veces lindante con cierta idea de militancia y priorizan un trato personalizado con el autor. Entre ellos, destacan Gourmet Musical y Vademécum. Gourmet está cumpliendo 16 años de actividad y ya publicó más de ochenta títulos. Excede largamente el rock. Es un modelo de amplitud y rigor y va de las conversaciones de Federico Monjeau con Francisco Kröpfl (Viaje al centro de la música moderna) y Satisfaction en la Esma. Música y sonido durante la dictadura de Abel Gilbert, a Hay cosas peores que estar solo, de Federico Anzardi, sobre el disco Ciudad de pobres corazones de Fito Páez o una investigación sobre los estudios Panda, de Nicolas Igarzábal, y los dos volúmenes del extraordinario Esta noche toca Charly, de Roque Di Pietro

Al frente de esta quijotada, resalta la figura de Leandro Donozo, el creador de Gourmet. Acepta a regañadientes la idea de “fenómeno” y plantea un análisis más allá del coto de “libro de rock. “En todo caso, lo pensaría como parte de fenómenos más amplios. Por un lado, la generalización de un cierto permiso o vía libre intelectual para tomar fenómenos muchas veces vistos como de escaso valor como tema de estudio y reflexión seria: desde la historieta hasta el grafiti incluyendo obviamente el rock. Si bien nuestro ámbito intelectual es bastante sordo y muchos músicos y sus públicos sostienen una visión decimonónicamente romántica –aquello de que ‘la música es para sentir y no tiene sentido hablar/pensar/leer sobre música’- los textos sobre música existen desde que empieza la música de la que tenemos registro histórico. Lo que pensamos y decimos acerca de la música es inseparable de la música en sí misma; dudo que haya música sin discurso. Y el rock no es la excepción. Dicho esto, parece haber un interés más fuerte en leer sobre rock que sobre otros géneros musicales, como la música clásica o el tango”.

Además de ser el autor de Esta noche toca Charly, entre otros trabajos, Roque Di Pietro es el hacedor del sello Vademécum. Ha editado libros ejemplares, como Razones locas, de Guilherme de Alencar Pinto, una biografía coral de Eduardo Mateo, No bombardeen Barrio Norte (sobre el disco Yendo de la cama al living, de Charly García) de Martín Zariello, Tigres en la lluvia (sobre El jardín de los presentes, de Invisible) de Martín Graziano y tantos más. Sus lanzamientos revelan un ojo quirúrgico, un gran cuidado editorial. “Acuerdo en que el boom tuvo que ver con el ingreso de numerosos títulos en los planes de edición de Planeta y Penguin Random House. La existencia de los libros de Fabián Quintiero, Diego Frenkel, Arbolito, Peter Deantoni, Rolo Sartorio, Willy Crook, Mario Breuer, Juan Manuel Cibeira o Marcelo Moura (todos publicados entre Planeta y Penguin y algunos de ellos muy buenos) posiblemente expresen la idea de que, efectivamente, en Argentina hubo un fenómeno de libros de rock. No obstante, creo que tal fenómeno ya tiene la pólvora mojada. La edición de libros de rock se estabilizó en las editoriales que casi con exclusividad se dedican a esa temática. Las multinacionales mencionadas volvieron a publicar con su histórico promedio y con temas y personajes de probada eficacia, sin arriesgar demasiado”. Algo parecido opina Valerio: “Las biografías aparecen un poco agotadas. Ya están casi todos los grandes popes biografiados. Me parece que ahora el tema pasa más por memorias de los propios músicos (como la del Indio, también como la de Willy Crook, bien amplias), y buenos ensayos. En este sentido, los sellos independientes vienen haciendo un trabajo más que interesante”. 

Hubo un tiempo que fue hermoso y el rock era un gueto con un gran poderío simbólico. En los 70, cuando la cantidad de discos anuales editados no superaban la veintena, destacaron libros que el tiempo los barnizó de leyenda. Entre los pioneros, habrá que mencionar a Agarrate, de Juan Carlos Kreimer y uno colectivo sobre Almendra, ambos de 1970. Pero el primer gran libro de rock argentino fue Cómo vino la mano de Miguel Grinberg, de 1977.  “No cabe la menor duda”, dice Marcelo Fernández Bitar, autor de la imprescindible enciclopedia 50 años de rock en Argentina. Coincide su colega Víctor Pintos: “Grinberg fue un visionario. Escribió Cómo vino la mano cuando todo era nada, en el principio”

Radicado en Córdoba, Pintos es autor de la formidable biografía Tanguito, que fue un suceso al calor de la película Tango feroz. Demoró once años en escribir la historia del coautor de La balsa. “Tengo otros libros, pero el de Tanguito es el más conocido –dice por whatssApp-. Cuenta con más de doscientos testimonios de los protagonistas y testigos directos. No sólo es la vida de Tango sino también la maravillosa historia de los primeros años del rock argentino. Lo hice cuando no había internet, y por lo tanto solo se podía ubicar a la gente físicamente. Tuve que hacerlo a pata digamos, sin Facebook ni otras redes sociales, sin WhatsApp ni zoom”.

Pintos afirma que “la ola” de los libros de rock se hizo más visible cuando los relatores de las historias, protagonistas o testigos, “sintieron que tenían algo para contar, y quienes deciden qué se publica y qué no, los directivos de las editoriales, se encontraron con que había mucha gente -ellos mismos, entre esa gente- que estaba interesada en leer esas historias”. Y completa: “Es sencillo: si quienes nacieron en el 71, hoy tienen 50 años, y quienes nacieron con la recuperación de la democracia, están pisando los 40… ¡cómo no van a existir libros de rock! Esas canciones son la banda sonora de muchas vidas”.

Respecto del público, nadie sabe bien qué libro puede concitar interés. Ha habido grandes fiascos de trabajos dedicados a bandas y artistas muy populares y grandes éxitos de venta en libros sobre músicos de paladar negro. Más allá de ese misterio –extensivo a casi cualquier manifestación artística-, el público está. Fernández Bitar se pregunta: “¿Será, como sostienen algunos, que los libros de rock reemplazan la lectura de revistas especializadas, que prácticamente no existen o no tienen las ventas de otras épocas? Puede que sea así. Lo increíble es que el público de rock de todas las edades consume estos libros: desde chicos ávidos por conocer más sobre esa música que están descubriendo hasta adultos que son fans y quieren saber más datos y chismes sobre sus artistas preferidos”. Di Pietro también abona la idea del cambio de paradigmas en las publicaciones como detalle decisivo: “La desaparición de las revistas de rock y del suplemento Sí del diario Clarín tuvo sus consecuencias. Toda esa masa crítica de periodistas y lectores se trasladó a los libros”. 

Da la sensación de que ya se contó todo, pero seguramente es eso: una sensación. En el arco que va del rock pionero de mediados de los ’60 a las nuevas músicas urbanas de la segunda década de este milenio, quedan muchas historias por relatar, mucha obra para investigar. La perspectiva que da el paso del tiempo resulta imprescindible para un buen libro. Muchos leen porque es una manera de verse en el espejo. “Quiero leer mi historia, reconfirmar lo que pasó, me quiero ver”, dice Valerio.

El rock argentino creció con una máxima de Luis Alberto Spinetta que ya quedó cristalizada como cliché: “Por más que me fuerce, yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor. ¡Mañana es mejor”. Sin embargo, un poco en sintonía a lo que planteó el crítico inglés Simon Reynolds en su ensayo Retromanía, por primera vez la cultura popular parece estar mordiéndose la cola. Sin pensamos que en diciembre de 2021 todo el mundo cayó rendido ante Get Back, el documental sobre los últimos días de Los Beatles en 1969, dirigido por Peter Jackson, las preguntas surgen solas: ¿en 1969 existía interés por lo que había ocurrido en la música popular 50 años atrás, es decir, 1919? ¿Volvemos al pasado porque el presente se presenta como la nada misma?

El fenómeno de los libros de rock no es ajeno al brusco y sostenido cambio de paradigmas. Las viejas historias, bien contadas, sobre bandas o discos queridos, despiertan sentimientos nobles y brindan un poco de certeza ante tanto vértigo. Es memoria, es historia, es legado. Pero esencialmente representan, al fin, lo que representó tradicionalmente el rock: una forma de resistencia, un cobijo, un bálsamo para conjurar tanta soledad.

Abrir chat
Hola, ¿En que te puedo ayudar?
Hola 👋 soy colaborador de Fundación La Balandra 😊 Mi nombre es Milton. ¿En qué te puedo ayudar?