Cuestiones de oficio

Distancia temporal

Por Anahí Flores

El cuento, como cualquier otra creación humana, cobra sentido en el tiempo.
Es tiempo concentrado. Sus palabras se suceden una tras otra: tiempo.
Sus personajes sienten, piensan, quieren, se lanzan al porvenir, recuerdan el pasado: tiempo. La acción está entramada en la historia: tiempo.
La acción está entramada en un proceso mental: tiempo.
Se describe un paisaje como estado de ánimo: tiempo. Tiempo, tiempo, tiempo.
Por donde lo analicemos, el cuento es tiempo.

Anderson Imbert, Teoría y práctica del cuento

 

Distancia temporalOtro tema importante que una autora o autor debe decidir al comenzar a narrar una historia, aparte de la perspectiva, que vimos en la nota “El cristal con que se mira” y las voces narrativas mencionadas en “Puntos de percepción”, es cómo manejará el tiempo. ¿Queremos contar una historia que ya ocurrió, que está ocurriendo o que ocurrirá? ¿O preferiremos que vaya de un tiempo a otro?

Estamos acostumbrados a que la ficción ocurra en pasado —en un pasado próximo o en uno lejano—. Pero también existe la posibilidad de que transcurra mientras se la narra, en el presente. O la opción menos habitual: algo que va a ocurrir, acciones que se desarrollan en el futuro. Cuando el narrador elige un tiempo que no es el pasado, esa elección llamará la atención del lector y generará algún efecto determinado.

Dependiendo del tiempo elegido para situar los hechos, los verbos se conjugarán en el tiempo (gramatical) correspondiente. La historia también puede hacer referencias a otros tiempos, pero es importante, para que el engranaje adquiera sentido, tener muy en claro cuál es el presente narrativo o presente del narrador, que no tiene nada que ver con el tiempo en que transcurre la historia o tiempo narrado.

¿Y cuál es ese presente? Es el momento en el que el narrador cuenta la historia. Aunque se nos diga que ese presente fue en una fecha del pasado o del futuro: es el presente para el narrador, y es independiente del momento en que el escritor haya concebido el texto y del año en que el lector (los lectores) lo lea(n).

Un cuento se lee en algunos minutos. Algunos llevan más, otros menos, pero no pasan de ese tiempo de lectura. Esa es su real duración. Sin embargo dentro del cuento pueden caber años. El narrador puede ir de un siglo a otro dentro de una única historia. ¿Cómo conseguir ese desplazamiento? Entre otras cosas, sabiendo usar los tiempos verbales.

Repasemos los tiempos verbales porque su mal uso es un error muy frecuente en las primeras versiones de los cuentos en general.

Hay dos tipos de tiempos: los perfectos y los imperfectos. Los tiempos perfectos, que expresan una acción ya concluida. Y los tiempos imperfectos, que presentan una acción sin acabar.

Si una historia transcurre en presente, el tiempo verbal a utilizar lleva ese mismo nombre: presente: yo amo. También se puede usar el imperativo (que puede ser afirmativo o negativo), para dar órdenes: ama / no ames.

Si vamos hacia el pasado, entramos en el territorio de los pretéritos: pretérito imperfecto (amaba), pretérito perfecto simple (amé), pretérito perfecto compuesto (he amado), pretérito pluscuamperfecto (había amado), pretérito anterior (hube amado).

Si vamos al futuro, entramos en el territorio de lo que aún no ocurrió. Podemos usar el tiempo futuro: amaré. El futuro perfecto: habré amado.

Y están, también, los condicionales: condicional simple (amaría) y condicional compuesto (habría amado).

Hasta acá, hablamos del modo indicativo, que se utiliza, en modo general, para hechos y acciones reales y concretos.

También están los verbos en modo subjuntivo, que se utilizan para ideas e hipótesis, o sea que expresan situaciones irreales o inciertas: presente (yo ame), pretérito perfecto (haya amado), pretérito imperfecto (amara o amase) y pretérito pluscuamperfecto (hubiera o hubiese amado). Existen también las opciones para el futuro, muy en desuso: futuro imperfecto (amare) y futuro perfecto (hubiere amado).

Es bueno repasar el uso de los tiempos gramaticales de vez en cuando, no por los nombres en sí, que no importan tanto: lo que verdaderamente necesitamos a la hora de escribir es saber combinarlos para que nuestra historia sea legible, y ese conocimiento está íntimamente ligado al oído.

En las obras literarias y en cualquier discurso en general, todos estos tiempos pueden convivir. El narrador tal vez decide hacer una prolepsis (o flashforward), recurso que le permite interrumpir la línea temporal e ir al futuro, o bien una analepsis (o flashback), recurso que le permite ir hacia el pasado, y al pasado del pasado.

Bueno, vamos a ejemplificar un poco esto. Me paro frente a mi biblioteca y empiezo a sacar libros. Agarro Claus y Lucas, novela de Agota Kristof. El narrador nos habla en presente, como si la historia estuviera ocurriendo en ese mismo instante en que leemos. Esto crea mucha proximidad con el lector. Leo:

La casa de la abuela está a cinco minutos andando de las últimas casas del pueblo. Después ya no queda más que la carretera polvorienta, pronto cortada por una barrera. Está prohibido ir más lejos…

Cierro el libro. Abro Música para camaleones, de Truman Capote, y me detengo en el inicio del cuento “Mr. Jones”, que está ambientado en el pasado y, para eso, alterna el pretérito perfecto simple, que es un tiempo absoluto, con el pretérito imperfecto, que se usa para acciones cuyos límites temporales no son relevantes:

Durante el invierno de 1945 pasé varios meses en una pensión de Brooklyn. No era una casa sórdida, sino por el contrario una antigua casa de tres pisos, agradablemente amueblada, que sus propietarias, dos solteronas, mantenían pulcra como un hospital.

Pero hay casos en que la narración es en pasado e intervienen personajes que dialogan lógicamente en presente, ¿cómo se resolvería una situación así, cómo lograr que la mezcla de tiempos no resulte confusa? Manteniendo la voz del narrador en pasado y dejando el uso del presente solo para las voces de los personajes. Encuentro un ejemplo en En el camino, de Jack Kerouac:

—¿Qué estás haciendo con esa pistola de juguete?

—No es mía —me disculpé—. Me la prestaron.

—Toma un trago, y discúlpanos. —No me preocupó hacerlo. Tomé dos.

—¿De acuerdo, muchachos? —dije—. ¿Os quedaréis tranquilos? Me meteréis en un lío, ya sabéis.

—No te preocupes, chico —dijeron—. Sigue haciendo la ronda. Y vuelve a por otro trago cuando quieras.

Cierro el libro de Kerouac, abro Tiempo sin lluvia, novela de Cynan Jones recientemente editada por la editorial argentina Chai. La novela, en su mayor parte, está en pasado, pero voy directo al capítulo 6 y encuentro estas líneas en futuro imperfecto en las que el narrador hace esa prolepsis que mencionaba antes: interrumpe la línea temporal y se va al futuro:

Emmy irá a jugar al bosque con Cebra. Encontrará un hongo precioso, blanco, brotado después de la lluvia, que le recordará a su torcaza…

Las dos oraciones que acabamos de leer podrían ser una especulación o bien la evidencia de que ese narrador sabe todo lo ocurrido y se adelanta un poco, anticipando al lector situaciones que desarrollará más tarde. Sin embargo, en este caso, se trata de un hecho futuro que no entra en la historia: queda fuera del tiempo narrado.

Hasta acá vimos los tiempos por separado: textos en presente, en pasado y en futuro. Pero ¿cómo sería un texto en el que conviva más de un tiempo en pocas líneas?

Abro varios libros, hasta que doy con otro también de Chai Editora: Un hombre con suerte, de Jamel Brinkley. Leo un fragmento del cuento “Todo lo que la boca come”, en el que aparece el uso del pretérito imperfecto y del pretérito pluscuamperfecto, ya que  narra hechos del pasado y luego va más hacia el pasado; o sea que son dos capas del pasado, una más superficial y otra más profunda:

Íbamos en su Honda negro (…) Antes de salir yo había insistido para que me dejaran manejar y Carlos, a modo de respuesta…

Avanzo en el mismo cuento, y encuentro un fragmento en presente, pretérito perfecto simple y pretérito pluscuamperfecto. O sea: empieza en presente y hace una analepsis (o flashback) y ahí es donde tiene que incluir el uso de los pretéritos. Pongamos atención en el texto: el narrador usa el presente para expresar una situación general que es válida en todo momento, y luego aplica el pretérito perfecto simple para el pasado y, cuando quiere ir al pasado del pasado, pasa al pluscuamperfecto. En unas pocas líneas conviven los tres:

Carlos y yo nos referimos el uno al otro como hermanos, pero técnicamente somos medio hermanos. Yo nací en Fayetteville, Carolina del Norte, y él en la ciudad de Nueva York. Mamá había conocido al hombre que sería mi padrastro…

Al escribir, buscamos que el lector no se pierda, que no tenga que preguntar cosas como, ¿esto cuándo pasó? ¿Y eso pasó antes o después que aquello? Viajar por el tiempo al contar una historia es un arte.

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