Entrevista: Ariel Urquiza

“Necesito de la ficción para acompañar la realidad”

Por Gabriela Colombo

Ariel Urquiza es escritor, periodista y traductor de inglés. En los últimos años, se ha labrado un sólido camino dentro de la literatura argentina. Su novela Ya pueden encender las luces fue finalista del III Premio Eugenio Cambaceres, organizado por la Biblioteca Nacional, en 2013. Además, su libro No hay risas en el cielo ganó el ya legendario premio Casa de las Américas, en la categoría cuentos, y fue finalista del Premio Hispanoamericano Gabriel García Márquez, en 2017. En el marco de nuestra Temporada 2022 de actividades, la escritora Gabriela Colombo coordinó el Taller de Lectura: No hay risas en el cielo, donde se abordó una selección de cuentos del autor. Aprovechando la ocasión, también lo entrevistó, en exclusiva, para la Fundación La Balandra.   

Descubrí la literatura de Ariel Urquiza en una Feria del Libro, visitando el stand de la editorial Corregidor. No hay risas en el cielo, su primer libro de cuentos, acababa de ganar el Premio Casa de las Américas (2016). El jurado lo había elegido por unanimidad y elogiaba su “talento narrativo, en historias que van desde Buenos Aires hasta México DF, teniendo en cuenta el habla y las atmósferas de cada lugar, con gran virtuosismo en los diálogos y argumentos que abordan algunos de los problemas más acuciantes del presente de la América Latina”. El cuento “La araña muere en su tela”, incluido en No hay risas en el cielo, puede leerse online en la Biblioteca Virtual de la Fundación La Balandra.

Ariel Urquiza nació en Tres Arroyos, provincia de Buenos Aires. En 2019, publicó la novela Ya pueden encender las luces, donde relata la vida de Julián, un actor que sale a comprar cigarrillos, se encuentra inesperadamente con alguien e ingresa, casi sin quererlo, a un mundo del que ya no podrá escapar. Un libro que, en 2013, había resultado finalista del III Premio Eugenio Cambaceres, organizado por la  Biblioteca Nacional.

La prosa de Ariel Urquiza es clara y atrapante, por momentos roza el absurdo. Sus personajes se mueven en el despiadado mundo de narcos y sicarios. Me reuní a conversar con él sobre las particularidades de su obra, en un café que suele frecuentar, ubicado en una esquina tradicional del barrio de Belgrano.

—Sos traductor de inglés, corrector de textos, programador y periodista. ¿Cuándo empezaste a escribir ficción? 

—Empecé a escribir ficción a los veinticuatro, veinticinco años. Era un proyecto que fui postergando por la carrera de periodismo. Cuando la terminé, empecé a escribir cuentos fantásticos, cuentos que no publiqué ni compartí en ese momento porque no me sentía seguro. Después pasé un poco más al realismo y, unos años más tarde, empecé taller con Liliana Heker.

—Trabajaste los cuentos del libro No hay risas en el cielo en ese taller. ¿En qué te ayudó haber sido su alumno? 

—Liliana tiene una mirada muy aguda, me ayudó a ver mejor a los personajes, a entender la idea del libro. De pronto escribí un cuento sobre el mundo del narcotráfico, después escribí otro y me di cuenta de que iba a ser un libro con muchos personajes y que quería repetirlos en distintas historias. Entre Liliana y el grupo del taller pude aclarar algunos temas.

—¿Qué consejos le darías a aquellos que están empezando a escribir?

—Es difícil dar consejos, pero por un lado diría que es importante leer mucho. Tratar de leer variado, diferentes géneros. Son cosas que ayudan también a encontrarse a uno. A veces leemos a un par de autores que nos gustan demasiado y eso nos lleva a querer imitarlos. Por eso es importante abrir un poco la lectura y encontrar lo que va más con nosotros. Siempre va a ver influencias, lo mejor es que sean variadas. También es bueno conocer bastante de lo que se escribió sobre un tema que nos interesa para tratar de no hacer exactamente lo mismo.

—En La búsqueda incesante, una columna que publicaste para la revista La Balandra, decís que a diferencia del periodismo, en la literatura los temas lo eligen a uno. ¿Qué te motivó a escribir sobre el mundo del narco y del crimen organizado? 

—Siento que el tema me eligió a mí. No fue algo que yo tenía pensado hacer. De pronto vi un documental, un par de noticias y de alguna manera quedé atrapado. Hasta ese momento el tema no me había interesado en lo más mínimo. Me puse a leer bastante sobre eso, fueron apareciendo los personajes y ahí ya no pude hacer nada para evitar que salieran los cuentos. 

—El murciélago, El Señor, Vaqueiro, Emanuel, el Rofo Atencio son personajes que aparecen en diferentes cuentos de No hay risas en el cielo y se interrelacionan construyendo una trama, que al finalizar el libro nos deja con la sensación de haber leído también una nouvelle. ¿Cuál fue el primer relato que escribiste y cómo surgió la idea de ir concatenando los otros?

—El primer cuento que escribí es uno que no terminé. No está en el libro. De alguna manera el hecho de no haber podido cerrarlo, me llevó a encontrar más personajes. Era un cuento con el Uruguayo que volvió a aparecer en el segundo que escribí.

—Trabajás el lado humano de muchos de estos sicarios usando el humor y la ironía hasta rozar lo absurdo, como por ejemplo en el cuento “La araña muere en su tela”. ¿Te divertís escribiendo? 

—Sí, me divierto. Hay momentos en que uno se cierra y la pasa mal escribiendo, entonces hay que repensar el proyecto. Soltar el control. Cuando uno siente demasiada presión es porque algo está fallando. Creo que los cuentos que más me gustan son con los que más me divertí. Y eso que decís de trabajar, a veces, al borde del absurdo, es así. Yo no quería que fuera un libro super realista porque el mundo del narcotráfico es demasiado terrible y es imposible superar la realidad desde la ficción, así que me propuse ir hacia algunos límites, sin salir del realismo.

—“Pensé en Elías con los ojos perdidos, pero viendo todo lo que pasa en el universo. Un Dios ciego pero omnisciente”, decís en el cuento “Variaciones del violeta”. Los capos de la mafia como dioses terrenos. Se premia la lealtad y se castiga cruelmente la traición al “Señor” en la mayoría de los cuentos. ¿Por qué será que lo religioso está tan presente en estos mundos? 

—Lo pensé mucho como una especie de religión pagana. El sistema que endiosa a los capos, esa cuestión también de lealtades y de traiciones. El mundo de los narcos es como un microcosmos dentro de una realidad que tiene sus propias leyes, un poco como una religión.

—El libro Ya pueden encender las luces fue finalista del Premio Eugenio Cambaceres de la Biblioteca Nacional en 2013. ¿Qué transformaciones o recorrido sufrió la novela hasta ser publicada, seis años más tarde, por la editorial Corregidor?

—Cambió mucho. De la mitad para adelante, prácticamente todo. La que fue finalista comenzaba de una manera muy similar hasta que llegaba al momento de mayor conflicto, pero ya después el final era totalmente diferente. 

—A pesar de las escenas violentas, en la novela, al igual que en los cuentos, hay humor y situaciones desopilantes. ¿Cómo surgió la idea de acompañar la trama con los capítulos sobre las enseñanzas de actuación? 

—Estudié dramaturgia con Ricardo Halac y también hice un año de teatro. Me encanta el mundo del teatro. En un momento me surgió la idea de intercalar unas máximas, como para salir de la ficción después de cada capítulo. Son inventadas.

—¿Estás trabajando en algún proyecto nuevo?

—Estoy trabajando en una novela que tiene una parte policial, esa parte es como un tercio del libro. Después hay otras líneas que tienen que ver con la vida personal del protagonista y con otras cuestiones. Tengo ganas de escribir dramaturgia también.

—¿Qué representa la literatura en tu vida?

—Muchísimo, sobre todo también por la lectura. Me encanta leer. Necesito de la ficción para acompañar la realidad.

Abrir chat
Hola, ¿En que te puedo ayudar?
Hola 👋 soy colaborador de Fundación La Balandra 😊 Mi nombre es Milton. ¿En qué te puedo ayudar?