Entrevista: María Moreno
Una contadora de vidas
por Alejandro Duchini
María Moreno es -aunque lo negará en la entrevista que sigue- una de las grandes referentes del periodismo argentino gráfico, una especie que se extingue. Si supo lucirse en textos en papel, hoy el periodismo tal como lo conocimos se traslada a lo digital. Los diarios y las revistas tangibles están en retirada. Para las nuevas generaciones, pertenecen al tiempo de las cavernas. Pero por suerte aún están los libros; en este caso, los de María Cristina Forero, su nombre de nacimiento.
Los libros: El petiso orejudo, que se publicó en 1994 y fue reeditado hace unos pocos años; Black Out (su segunda novela); o su recientemente también reeditado Vida de vivos (que es de 2005). Vida de vivos es el trabajo que motivó esta nota. Sus páginas están compuestas de entrevistas a personajes diversos: Martín Karadagian, Silvina Bullrich, Marta Minujín, Silvina Ocampo, Jorge Porcel, Blanca Cotta, María Elena Walsh, Sara Facio o Lohana Berkins, entre otros. Lo sobresaliente de estas charlas es el tono con el que las cuenta Moreno. No sólo la entrevista, sino esos detalles que señala del entrevistado y del lugar o ambiente que vuelven sus textos geniales. Ahora, en la edición 2024 del libro, hay un prólogo que debería ser de lectura obligada para los estudiantes de periodismo. Se trata de un contundente ensayo sobre el género de la entrevista, tan vapuleado hoy, cuando prima el apuro y el impacto.
Vamos a otro tema, que sirve también para ubicarnos en contexto. María Moreno, nacida en 1947 en Buenos Aires, sufrió un ACV hace tres años, en julio de 2021. Plena pandemia. La mitad derecha de su cuerpo quedó paralizada. Quien mejor lo cuenta es la periodista Marta Dillon en una entrevista publicada este año en el suplemento Las 12, de Página 12, donde también trabaja Moreno. La nota se puede leer acá. Dillon y Moreno intiman a punto tal que el lector podrá entender el cuadro de situación.
Y ahora estamos en julio de 2024. María Moreno está mejor, pero no recuperada del todo. Así que cuando le proponemos la entrevista contesta que sí, que puede ser pero a través de correo electrónico. Prefiere ese formato en vez de un encuentro personal. Así que le enviamos preguntas. Y Moreno enviamos respuestas. Es lo que viene a continuación.
-¿Cómo estás de salud?
-Qué pregunta graciosa para empezar un reportaje. Es lo que me preguntaría una vecina de mi edad, más allá del a.c.v, lo hubiera tenido o no. Te diría que muy bien y pasa algo sorprendente: antes tenía jaquecas, colesterol alto, divertículos, alcoholismo, tos constante. Ahora no tengo nada de eso, nada de eso, nada me duele, no me pesco ninguna enfermedad, las escaras se curaron con una simple capa de vaselina-esa sustancia tan asociada al pecado en los cuplés-. Porque la discapacidad es una condición, no una enfermedad.
-¿Dónde y cómo estás viviendo ahora?
-Estuve viviendo casi tres años en la casa de Beba Piglia que tenía la ventaja de quedar en una planta baja mientras que mi casa del Once está en un primer piso al que no puedo acceder hasta que llegue la silla salva escaleras, que es de materiales importados y hay que esperar. No vivo sola sino con dos cuidadoras que se turnan. Eso es lo que más me pesó: renunciar a mi soledad. No tengo autonomía física, pero lo más importante es la autonomía en las decisiones y ahí me impongo. Antes me levantaba y me sentaba en la computadora hasta eso de las siete de la tarde . Ahora hago lo mismo pero con ayuda. No para escribir.
-¿Qué cosas te gusta contar de estos tiempos en relación a vos?
-Lo que más me gusta de estos tiempos es la experiencia de la discapacidad. Soy dueña de un cuerpo disca, la investigación de las prótesis, las enfermedades raras que rompen los modelos de belleza, la importancia de las redes en la edición de las vidas neurodivergentes, la carrera capitalista por el diseño de las prótesis que poco tiene que ver con la necesidad de los usuarios. Es una carrera por el poder como la del espacio en la Guerra Fría.
-¿Por qué republicar Vida de Vivos?
-Lo vuelvo a publicar porque ahora se confunde el reportaje con una desgrabación y en Vida de Vivos trato de poner en escena una escena literaria de ficción con materiales documentales.
-En Black out recordás mucho a tu papá. ¿Quién te marcó más entre él y tu mamá y por qué? En una entrevista que le diste a Página 12 contaste que tu mamá no te podía tocar cuando eras bebé. ¿Qué te dejó eso?
-Mi madre no me tocaba como buena hija de inmigrantes de origen campesino. Esa mesura en los sentimientos era muy común entre los padres y abuelos. Dado la edad que tengo bueno sería que me marcaran esas cosas.
-¿Se justifica la melancolía cuando se piensa en la forma en que se ejercía el periodismo hasta, digamos, los años 90?
-¿Cuál melancolía? En todo caso tuve la suerte, mucho antes de ser periodista, de leer muy atentamente a los periodistas que contrataba Jacobo Timermn, o las revistas que siguieron el modelo de Primera Plana como Panorama y Análisis. Eran escritores como Jorge Lozano, Carlos Vegue, Norberto Soares, Ernesto Schoo, Tomás Eloy Martínez o Miguel Briante. Edité una antología de los textos de Enrique Raab (Periodismo todoterreno), que era un todo terreno, podía cubrir desde el Cordobazo hasta una feria americana. Las vituperadas redes sociales son aún un campo de experimentación inmensa incluso para burlar el algoritmo, usar la IA éticamente. A mí no me da la cabeza, por suerte cuando se popularicen voy a estar muerta.
-¿Para qué sentís y pensás que te sirvió ejercer el periodismo?
-Escribir en general me sirvió para no exponerme en mi timidez. Luego, cuando lo hice más o menos bien, para que, si me conocían personalmente, y me veían muda y balbuceante, tuvieran otra imagen de mí que la que solía mostrar. Hablando en serio, me permitió investigar y conjeturar fuera de los espacios académicos.
-¿De qué sirve escribir? ¿Qué permiten las palabras cuando se escriben?
-Escribir permite sellar fantasmas, construirse a sí mismo sobre todo en contra, en mi caso, hacer duelos, creo que mi escritura de los últimos años es un réquiem. También militar con la lengua en el feminismo. Perdoname, siempre termino aludiendo al sexo.
-En el mundo del periodismo estás vista como una referente. ¿Te importa eso? ¿Te sirve?
-No creo ser un referente en el periodismo. Nunca practiqué el periodismo duro y te diría que pocas veces salí a la calle. ¿Para qué me sirve? Para que el diariero me regale el diario cuando salía una nota mía, para que un vecino me pida que denuncie al dueño de un perro que lo mordió.