Cuestiones de oficio:

Leer en voz alta

por Anahí Flores

Hay varias formas de leer en voz alta. En privado, como herramienta para la propia escritura. Leerle a otro, como forma de encuentro. En una lectura pública, para transmitir una historia a un grupo de personas. Pero a veces podemos pensar que leer en voz alta es solo abrir la boca y dejar que las palabras salgan. Te propongo que reflexionemos sobre estas tres situaciones y que, tal vez, saquemos algo en limpio.

Leer en voz alta en privado, como herramienta de escritura

La mayoría de las veces, después de escribir algo, lo leo en voz alta para mí misma. Cuando leemos en voz alta, nos desapegamos de lo escrito: ya no suena solamente dentro de nuestra cabeza sino que lo escuchamos, en cierto sentido las palabras vienen de afuera. Además, a través del oído descubrimos errores de puntuación, repeticiones o cacofonías que, de otra forma, tal vez hubiéramos demorado más en detectar o directamente hubiéramos pasado por alto. 

Por eso, leer en voz alta es una herramienta diría que fundamental a la hora de escribir.

Leerle en voz alta a otro

Pero también leo en voz alta por el simple placer de regalarle una historia o un poema a otro. Y no me refiero únicamente a un niño que aún no sabe leer, porque limitar la lectura en voz alta a la época de la infancia es casi como transformarla en una muleta: leo en voz alta porque el otro no puede hacerlo por sí mismo. Parecería que cuando los chicos y chicas aprenden a leer, listo, ese placer se interrumpe. La edad o la capacidad de saber leer o no no deberían marcar una frontera en este hábito.

¿Cuánto hace que no te leen una historia o un poema en voz alta? ¿Y cuánto hace que no le leés a alguien?

La lectura en voz alta es una forma de encuentro. En su libro The Enchanted Hour, Megan Cox dice “El tiempo que pasamos leyendo en voz alta no se parece a ningún otro. Una milagrosa alquimia sucede cuando alguien le lee a otra persona, una alquimia que convierte las cosas ordinarias de la vida —un libro, una voz, un lugar donde sentarse y un poco de tiempo— en un alimento increíble para el corazón, la mente y la imaginación”.

Leer en voz alta en público

Son frecuentes los encuentros en los que autoras y autores comparten sus cuentos y poemas ante un público. Pero, ¿se trata solo de juntarnos y que alguien lea en voz alta? Bueno, sí… y no. Es bueno tener presentes algunos detalles para que la lectura se desarrolle lo mejor posible y tanto quienes leen como quienes se disponen a escuchar puedan dejarse llevar por las palabras.

Por ejemplo, que el lugar no sea ruidoso; que quienes estén en el recinto deseen escuchar —preferentemente, que no se trate de un lugar de paso—; que haya buena iluminación —nada más incómodo que intentar leer y no poder ver las letras en el papel—; que la lectura no sea eterna ya que, si no, quienes escuchan tendrán más tendencia a dispersarse; que hayan silenciado los celulares; que si el espacio es amplio haya micrófono o bien que se trate de un lugar pequeño. Y, seguramente, habrá muchos más detalles a tener en cuenta. Pero quisiera, a partir de acá, enfocarme en algunas cosas que pueden venirle bien a quien vaya a leer en público.

Lo primero que me viene a la cabeza es una frase de Leonard Cohen, de su libro Cómo decir poesía (How to speak poetry): “Que el público pueda sentir tu amor por la privacidad aunque no haya privacidad.” Creo que en esto se resume todo. Entonces, ¿cómo lograrlo? Veamos juntos esta lista que fui construyendo durante los últimos años:

  1. Conocer el texto que vas a leer. Haberlo leído previamente, varias veces. Haberlo leído tanto en silencio como en voz alta.
  2. Si es un cuento o poema propio, que sea un texto que ya esté listo para compartir. Nada de textos a mitad de camino, a menos que esa sea la propuesta del encuentro.
  3. Poner atención en la postura corporal: tener la espalda erguida. Respirar usando la parte baja de los pulmones. Probar, antes, ¿cómo te gusta más leer, en posición sentada o de pie?
  4. Sobre la proyección de la voz: leer de forma tal que te escuchen no solo los que están a un metro de distancia, sino también los que estén más lejos. Eso no implica gritar. Sí tomar aire, bastante aire, e ir administrando la exhalación con las palabras. 
  5. Tener en cuenta la puntuación. La puntuación condiciona la respiración, condiciona el ritmo con el cual leemos. Tomar aire en los puntos o en las comas. Saber cómo hilvanar la respiración con la cadencia de las palabras.
  6. Tener en cuenta la atmósfera del cuento o poema a la hora de leerlo. Si es un texto que toca una temática intensa, no leerlo como si estuviera dedicado a la primavera o a las vacaciones. Y viceversa, si se trata de un texto más liviano, no agregarle dramatismo en la lectura. Estar emocionalmente en sintonía con las palabras. ¿Cómo? Viviéndolas al pronunciarlas. 
  7. “No actúes las palabras. Nunca actúes las palabras”, dice Leonard Cohen, en el libro que ya mencioné. Y más adelante agrega: “Las palabras mueren cuando las actúas, se marchitan y lo único que nos queda es tu ambición”. Interpreto que hace referencia a no impostar una actitud por encima de lo que se lee, y, por lo tanto, no entra en contradicción con lo que comentamos en el ítem anterior.
  8. Estar presentes. No pensar en otra cosa mientras leemos. Dejar que el cuento o poema nos atraviese el cuerpo.
  9. Guardar un instante de silencio antes de arrancar. No empezar a leer de golpe. Ir hacia adentro antes de ir hacia afuera. Ojo: solo un instante, el tiempo de un parpadeo, nada de largas pausas.
  10. Establecer contacto visual de vez en cuando con el público. Como el texto lo vas a conocer bien desde antes, así como sabés dónde respirar, también sabrás dónde podés establecer contacto visual. Eso no significa que lo vayas a hacer sí o sí, sino que sabrás dónde eso puede ir bien y dónde no. Luego, en el momento de la lectura, dejá que fluya.
  11. La velocidad puede variar. Puede haber frases que pronuncies con mayor aceleración y otras que las mastiques o paladees. Eso va a depender de la forma en que quieras leer, los momentos que quieras destacar, los climas que quieras generar. Son cosas que tenés que saber desde antes. Hacer anotaciones o marcas en los márgenes del texto puede ser útil para recordar luego este tipo de cosas.
  12. También suma que varíe la expresión de tu cara, pero esto depende del gusto personal. Una forma de saber cómo te ves cuando leés es leer ese texto, antes, frente a un espejo. O filmarte y luego mirar el video para estudiar tus gestos al leer. Con hacer gestos no quiero decir sobreactuar. De hecho, tampoco actuar (hacerle caso a Leonard Cohen). Apenas acompañar.
  13. No variar para nada la fisonomía, desaparecer por detrás del texto es otra opción, opuesta al ítem anterior pero no por eso menos válida. Pero que esa casi inmovilidad sea consciente. Creo que estos dos ítems podrían resumirse en uno: que nuestra cara exprese lo que queramos, que no esté petrificada en una máscara al azar.
  14. Memorizar lo que vas a leer es una excelente opción si tenés la suerte de tener buena memoria. No es mi caso.
  15. No leer con tono o actitud solemne. Si bien no leemos como hablamos, es bueno tratar de transmitir normalidad, espontaneidad. Como si fuera la primera vez que leés ese cuento o poema y lo estuvieras descubriendo (aunque te lo sepas de memoria). Como si lo estuvieras escuchando por primera vez.

¿Qué opinás? ¿Sumarías algún otro ítem a esta lista? Te leo en los comentarios.

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