Entrevista: Ana Negri

Espacios más allá de los reflectores

Por Nicolás Hochman

Ana Negri nació en 1983 en Ciudad de México, donde se radicaron sus padres argentinos, exiliados durante la última dictadura. Es escritora, editora y doctora en Estudios Hispánicos por la Universidad McGill (Montreal, Canadá). Fue becaria del programa Jóvenes Creadores del Fonca. editó y prologó Cuerpo contra cuerpo, de Margo Glantz (Sexto Piso) y Por los pueblos serranos, de Ada María Elflein (UNAM). Forma parte de la antología de relatos Mexicanas II (Fondo Blanco) y colaboró con ensayos, crónicas y relatos en publicaciones de distintas partes del mundo, como Oculta Lit, La Tempestad, Latin American Literature Today, Revista de la Universidad de México, Página/12 y Casa de las Américas, entre otras. Los eufemismos (Antílope en México, Los Libros de la Mujer Rota en Chile y Firmamento en España, Argentina, Uruguay y Costa Rica) es su primera novela, traducida al francés (Éditions Globe) y próximamente al inglés (Charco Press).

–Técnicamente no sos exiliada, pero el exilio te pesa igual. ¿Qué dificultades que trajo eso, y qué te posibilitó?

–Nacer en el exilio es continuar la huída. De ahí mi predisposición al movimiento, a cambiar de raíz todo lo necesario cuando las cosas se vuelven insoportables. Aprendí que irse puede ser una forma de sobrevivir y eso implica tantos problemas como posibilidades.

–De manera tácita, entre los exiliados suele haber ciertas “jerarquías”, que tienen que ver con lo económico, lo político, lo social y la manera de haber sido exiliados. ¿Cómo te interpela eso en tu historia familiar y particular? ¿Qué peso tiene en el libro? 

–Cuando era chica, la comunidad de exiliados fue importante para mí porque encontraba personas con las que me era muy fácil identificarme. Con los años fui entendiendo que, a pesar de esa identificación primera, había muchas fronteras discretas al interior de la comunidad. No era la misma situación la de quienes llegaron con papeles que la de los que tuvieron que salir con lo que llevaban puesto, o la de los que tenían una familia que podía ayudarlos desde Argentina y la de quienes no tenían ese respaldo. Tampoco daba lo mismo la jerarquía que habían tenido unos y otros al interior de la orga antes de irse o si nunca habían militado. La comunidad de exiliados argentinos en México aminoraba la sensación de soledad, pero no en todos los casos cobijaba. Algo de eso se cuela en el libro, pero no explícitamente.

 –¿Cuánto de eufemismo hay en la idea de pensar el concepto argenmex? 

–El problema es que la hibridez del argenmex se asume como exceso, cuando en realidad habla de ausencias. Si el término argenmex designa a alguien que pertenece a Argentina y a México hay algo que no cuadra. En mi experiencia, no paso por mexicana en México ni por argentina en Argentina. El detalle de las dos nacionalidades es un premio de consolación.

–En alguna parte dijiste que, para vos, migrar es como quitarte una piel. ¿Cómo sería eso?

–Lo que dije es que la parte linda de migrar es quitarse una piel. Yo creo que las miradas que recibimos van tejiendo una imagen propia que no siempre nos gusta. Migrar es como dejar esa piel vieja colgada en la puerta y salir a buscar otra más a medida. 

–En tu obra (en la novela, pero también en otros textos) hay una tensión permanente entre lo autobiográfico y la ficción, entre el ensayo y lo poético, entre una manera de hablar la lengua y otra. Es decir: todo el tiempo hay contradicciones que complejizan la manera de contar. ¿Cómo resolvés esa incomodidad al momento de sentarte a escribir? 

–No resuelvo esa incomodidad, trato de usarla. Una de las formas, tal vez la más explícita, en que lo hago es cuando trabajo con dos hilos narrativos que en ciertos puntos se anudan. Así hay al menos dos perspectivas de lo que narro, con lo que el asunto adquiere volumen y el texto, cuerpo. Un cubismo minimalista, si se quiere. 

–¿Cómo fue el proceso de traducción al francés? ¿Qué cambió?

–En realidad tuve muy poca intervención en ese proceso. Para empezar, fue Claudia Apablaza, editora del libro en Chile, quien le habló de Los eufemismos a la Lise Belperron, la traductora al francés, y ella lo llevó a Globe. Durante el proceso de traducción, Lise me buscó algunas veces para conversar sobre algunos episodios que implicaban una complejidad particular, ya fuera por el uso del lunfardo o para encontrar juntas la forma más adecuada para el texto en francés. Me intrigaba saber cómo iba a resolver las partes en las que se contrastan los términos del mexicano y del argentino, y su solución me pareció muy buena: mantuvo el término original en español, por ejemplo, corcholata o chapita, y agregó la explicación en francés: comme on dit au Mexique, ils diraient en Argentine. El cambio más llamativo en la traducción fue la del título: Ce que tomber veut dire, es el título en francés, algo como Lo que significa caer. Me fue difícil aceptarlo, era como si un día empezaran a decirme Constanza o Ximena, no sé, cuesta. Después me di cuenta de que no tenía idea de cómo podían recibir el título original los lectores francófonos y me dejé aconsejar.

–¿Cómo imaginás que va a ser al inglés, que es algo inminente?

–¡Creo que va a ser hermosa! La está trabajando Annie McDermott, que ha traducido El discurso vacío y La novela luminosa de Levrero, y La débil mental de Harwicz para Charco Press. Con Annie coincidimos en México antes de que yo viniera a vivir a Argentina y paseamos, conversamos largo rato sobre libros, sobre la escritura, sobre ríos y ciudades. Muero de ganas por tener ese libro en las manos.

–¿Qué lecturas, o películas, o música, situarías como constelación posible para entender las influencias que hay en la novela? 

La ciudad ausente, de PigliaL’homme Jasmine, de Unica ZürnUna muerte muy dulce, de Beauvoir, que me llevó después a Apegos feroces de GornikTrama y urdimbre de Matías Celedón y, por disonante que parezca, La montaña mágica, de Mann. De películas, pienso siempre en Los rubios, un largometraje de Albertina Carri, que fue muy polémico cuando se estrenó y en Zabriskie point, de Antonioni. En la constelación sonora tendría que estar, necesariamente, los “Raros peinados nuevos”, de Charly, y agregaría “Terretektorh”, de Xenakis y “Hot, hot, hot!!!”, de The Cure.

–¿Qué diferencias y similitudes encontrás entre la narrativa actual de México y Argentina?

–Es un fenómeno de época, pero la marca más evidente creo que es la de la primera persona. Entiendo el gesto como una búsqueda de establecer mayor intimidad, pero a veces creo que la elección está más pensada en satisfacer la exigencia de cierto público habituado al Gran Hermano. En cuanto a las diferencias, creo que en México se habla mucho de la violencia en la que está sumergida el país desde perspectivas muy explícitas, se busca mostrar, literalmente, lo que pasa. En Argentina, en cambio, creo que la realidad se está volviendo a abordar mucho desde la literatura fantástica, como una vía tangencial y no menos vinculada con la realidad. 

–¿Y en cuanto al panorama literario, en un sentido más amplio?

–La literatura de temas. Escribir para desarrollar un tema y no por crear un texto, esa es la tendencia del panorama literario. Por suerte siempre hay espacios más allá de los reflectores en donde habitan obras singularísimas, algo así como los peces esos con linternas que viven a miles de metros bajo la superficie del mar. 

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