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Literatura y deportes: Una caja con sorpresa

Por Alejandro Duchini

En 2021 casi todos estábamos encerrados en nuestras casas. Hacía un año que la pandemia había cambiado nuestra forma de vivir. Fue por ese entonces que tocaron el timbre para dejarme una caja bastante grande, fuera de lo común, que para mí era un misterio. Dentro había libros. Estoy acostumbrado a que las editoriales me manden periódicamente sus novedades, pero a juzgar por el tamaño de esta caja, sin sello editorial ni nada parecido, no tenía claro de qué se trataba.

La única referencia decía “Juan Pablo De Luca”. Dentro, en una hoja de presentación, De Luca contaba que era escritor, que era de Junín y que había publicado tres libros que me invitaba a leer. Ahí estaban Misión Tilcara, de 2017; El fantasma del Bernabéu (2019); y el reciente El último enganche (2020). Sin contactos en el mundo editorial, pero con ganas de escribir, había decidido abrir por su cuenta las puertas que el mundo no le abría. Por lo cual pagó las publicaciones de su bolsillo y a sus poco más de 50 años empezó a dedicar su tiempo libre a lo que le gustaba desde siempre. Así, mataba dos pájaros de un tiro.

En aquellos tiempos pandémicos en que se podía leer sin la urgencia habitual, empecé por el principio. Leí de un tirón Misión Tilcara y continué con los otros. Hasta ahí no sabía que se trataba de una saga ficcionada en la que el fútbol, otra de las pasiones de De Luca, hincha de –en orden decreciente– la Selección, River y Sarmiento, era el escenario.

En los tres libros había un protagonista, Juan Barbicano, un médico que terminaba (y empezaba) metido en líos que nada tenían que ver con su profesión. Pero cada uno de sus líos se relacionaba con un momento histórico o referencial al fútbol. Y si eligió al fútbol es porque cree que todo lo que hay a su alrededor permite explicar al mundo. Y a los argentinos.

Entre Barbicano y él, supe después, hay similitudes. Ambos tienen hijos en España, aman al fútbol, son hinchas de River, son de Junín, viven alejados de la ciudad y ejercen la medicina: De Luca trabaja como técnico de estimulación cardíaca y es proveedor de marcapasos en Junín y zonas aledañas. Pero, nacido el 3 de septiembre de 1963 (“el mismo día que Eduardo Galeano”, suele aclarar), sintió que había llegado el momento de dedicarse a la escritura, lo que quiso hacer desde que de pequeño se encontró con los libros gracias a su familia de docentes.

“Fue un acto de inconsciencia, con optimismo desmesurado: no sabía en qué labor titánica me metía”, me recuerda De Luca, ahora con siete libros publicados. Lo cierto es que ese acto de inconsciencia y ese optimismo desmesurado lo llevaron a contar una historia policial que giraba alrededor de una pregunta: qué hubiese pasado si los campeones del mundo del ‘86 cumplían su promesa de volver a Tilcara para agradecer el título a la virgen, cosa que en su momento incumplieron. De Luca decidió darle forma a esa ucronía.

Era lector, pero para escribir sabía que tenía que leer aún más. Empezó con talleres literarios (Alan Pauls, Ariel Scher, Leila Guerriero) y lectura de autores que ensayaban alrededor de la escritura. Su deseo postergado por la falta de tiempo empezaba a concretarse.

Misión Tilcara sería un único libro. Decidió que Barbicano sea médico –“también pudo ser policía o periodista porque son de las pocas profesiones que permiten llegar a todos lados”–. Lo hizo veterano de Malvinas como una forma de ajusticiar el olvido que padece aún hoy aquella generación que combatió en el Atlántico Sur y de la que él forma parte. Lo publicó y empezó a recibir mensajes de lectores. Se divirtió con la creación de personajes, como el de la policía Alma Noa, que será una de las cómplices que acompañaría a su Barbicano a lo largo de sus libros. 

Entusiasmado, inventó otra historia alrededor de la mítica final de la Libertadores de 2018 entre River y Boca, en Madrid. Así le salió El fantasma del Bernabéu. Una foto del actual técnico de River, Marcelo Gallardo, con la portada de El fantasma del Bernabeu hizo explotar sus redes sociales. Le llegaron cientos de mensajes pidiendo por el libro y De Luca lo subió a la nube con acceso libre. Después, ya con el encierro de la pandemia, pensó en cómo sería un mundo en el que el fútbol pase más por los videojuegos que por las canchas. Entonces escribió El último enganche

Ahora vamos al 2021. Ya abrí aquella caja. Y mientras leía sus libros, De Luca seguía entusiasmado con escribir. La muerte de Diego en noviembre de 2020 le dio para pensar de nuevo en el ‘86; está vez con los hooligans. Así que escribió Los vengadores del 86. “Una historia loca pero probable”, apuesta ahora.

* * *

Es 2022 y sigue escribiendo. Ya no hay quién ni qué lo pare. Vuelve a otro personaje, Funes, que había inventado en El último enganche. Escribe Leones y manteros y al pibe Funes lo lleva a jugar a Europa. Barbicano es quien debe protegerlo de un mundo hostil. El fútbol, ahora, le da para contar las infancias africanas y el hambre y la ilusión de aquellos que creen que se salvarán gracias a la pelota.

No para de inventar personajes. En cada historia se suma alguno o alguna. En 2023, totalmente embalado con la escritura, decide hacer justicia con los maltratados campeones argentinos del ‘78. La historia nos traslada a Qatar 2022, donde lo ocurrido en el Mundial de nuestro país sigue haciendo ruido. Barbicano y sus habituales compañeros lo ayudarán a desentramar un secreto. “Exculpo totalmente a aquellos jugadores”, me aclara De Luca.

Tal vez porque la muerte de su padre –integrante del tribunal de disciplina de la Liga Deportiva del Oeste (Junín)– con sólo 39 años le sigue dando vueltas; o porque además la cuestión de los arbitrajes le hace ruido, De Luca vuelve a Barbicano y a sus personajes para referir al VAR: acaba de publicarse Adiós al árbitro. Los temas, “la soledad, las traiciones y la tecnología”. Es, tal vez, la más violenta de sus siete novelas.

* * *

Antes de tomar al fútbol como fondo de sus historias, De Luca pensó en ser novelista. De hecho, hay un intento en su El veterinario de Dylan, una suerte de ironía (sus libros están llenos de ironías) sobre el perro del expresidente Alberto Fernández. La pensó en la pandemia. En El veterinario de Dylan jugó con que el perro de Alberto era una suerte de espía que, al ingresar a la Casa Rosada o a la quinta de Olivos, enviaba información sobre un plan de países latinoamericanos, con Brasil a la cabeza, que invadirán la Argentina. “Un delirio”, define De Luca mientras sonríe. “O no”, contrarresta. “Los porteños y la gente bien de la zona norte de la provincia de Buenos Aires se van a vivir a Punta del Este para escapar a la invasión. A lo mejor no es tan descabellado”.

Dice que, si tuviese más tiempo, escribiría aún más. “Hay muchos temas pendientes. Quiero hacer algo con el fútbol femenino, con alguna venganza de los brasileños por algo que le hayamos hecho…”. Y uno piensa en el bidón de Branco en el Argentina-Brasil en el Mundial de 1990.

En tanto, sigue trabajando con la tecnología médica: marcapasos, cardiodesfibriladores. Ya no ejerce como técnico radiólogo. “Creo que convivir con el riesgo en los quirófanos, la vida y la muerte, me dio puntos de vista diferentes al común de la gente. Todo eso lo volqué en Barbicano”, dice sobre las ficciones que escribe en su casa de Junín. Le gusta jugar con las palabras. A su policía preferida le puso Alma Noa por la región NOA del país; a otro personaje, Enrique Brown Giusti. Así con varios. Para De Luca la escritura es juego.

Imagina llevar sus historias al formato audiovisual: está camino a eso. “No es tan difícil”, apuesta con otra de sus tantas sonrisas de optimismo. Porque si algo no le falta, y se nota, es la perseverancia para ir detrás de lo que quiere. Si no le aparece la oportunidad, sale a buscarla. “Creo que va a ser mi gran tarea de los próximos meses”, agrega.

En estos días De Luca se presentará en la Feria del Libro de Buenos Aires. Charlará sobre lo que le gusta: el fútbol y lo que sale de la pelota. Después, España, donde participará otra vez de la Semana Negra de Gijón y de la Feria del Libro de Madrid. Y después, quién sabe, escriba otra historia de Barbicano. Al fin de cuentas, De Luca es alguien que no para de pensar y escribir historias. A sus 62 años sabe que escribir es jugar; y él quiere seguir jugando.

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