Rescates:
Cuatro años sin Rosario Blefari
por Alejandro Duchini
“Al día siguiente estaba buscando otro libro suyo. Y así los días subsiguientes. Porque suele ser verdad, si una escritura se apodera de uno es que está tocándote una cuerda, algo propio nunca antes percibido y que, sin embargo, estaba ahí, al acecho: es decir, el poema como llave del ser”, escribió Guillermo Saccomanno en una de sus habituales columnas de Página 12, publicada en junio de este año. Saccomano describe qué encontró en cada uno de los libros de Rosario Bléfari. Y agrega sus canciones. Y su vida.
No es común que un artista reciba elogios como cantante y como escritora y como actriz. Es el caso de Bléfari, artista todoterreno fallecida hace cuatro años, el 6 de julio de 2020. Tenía 54. Su primer paso artístico conocido fue la banda Suárez, de la que era cantante. Su coequiper era Fabio Suárez, su pareja. Fines de los 80. Para quienes quieran recordarla, está el tema “Río Paraná”, que no paraba de sonar en las radios de comienzos de fines de los 90, comienzos de los 2000. “Sigo remontando río arriba / En un barco que en la proa / Lleva el nombre de tu nombre / Río Paraná / Cambió, cambió, cambió / Cambió, cambió, cambió / Río Paraná Río Paraná Río Paraná Río Paraná”. Su música pop (indie, para ser exactos) contrarrestaba con la de Callejeros o Intoxicados, el rock chabón. Todos géneros derivados de la excelencia del rock nacional post Malvinas.
Desde aquellos 2000, sin embargo, una vez separada la banda, Bléfari iniciaría su carrera como cantante solista. “Cara” (2001), “Women No Cry” (2005), “Calendario” (2008) y “Sector apagado” (2019) son algunos de sus discos.
En 2001 publicó su primer libro, “Poemas en prosa”. Pero la época más conocida de ella como escritora arrancó en 2009, con “La música equivocada”. Y continúa -entre otros- con “Antes del río” (2016: sorprendió con su foto de tapa, de Nora Lezano, en la que se muestra literalmente desnuda), “Diario de dinero” (2020) y “Diario de la dispersión” (2023), los dos últimos más personales. También publicó cuentos: “Mis ejemplos” (2016) y “Las reuniones” (2018).
Sus diarios son libros excelentes para leer. En sus páginas Bléfari cuenta de manera simple lo que nos pasa a todos. “Diario del dinero” es un ejemplo: describe con lujo de detalles en qué gasta cada centavo de cada día durante varios años. Con algo tan simple nos describe a quienes corremos por el mango mientras lamentamos que se vaya y celebramos que vuelva. Arranca así: “Salimos para el Dupuytren para control del brazo. Antes compro leche, una factura para Nina y un pan negro grande. Las tres cosas por $40. En la clínica, pago $5 de coseguro. Esperamos más de una hora. El médico nos pregunta dónde actuamos –por ver que somos de la obra social de actores– y le contamos de las películas recientes con ingenuidad; nos pregunta entonces, sin ingenuidad, quién paga todo eso. Me agarra desprevenida, y contesto cualquier cosa. Me quedo mal, por lo que me dijo y por la falta de reflejos en esa situación, a su merced. Al salir, Nina me pide si le puedo comprar un libro. Le digo que sí, pero que me acompañe al centro donde tengo que hacer otras cosas. Compramos el libro por $175 y nos encontramos a comer con Fabio que está en Tribunales. Fugazzeta, Pepsi, cerveza y un flan mixto por $350, dejo $30 de propina. Todo menos el coseguro y lo de la panadería es pagado con Visa débito que me devuelve el IVA. Al llegar a casa duermo una siesta. Al despertar, Nina se tiene que ir a ensayar. Se lleva $100 para pagar la sala en lo de los Bestia Bebé, de los cuales me devolverá $40 a la mañana siguiente”.
La Nina (Suárez) que menciona es su hija, que hoy -con 22 años- sigue una carrera musical al frente del grupo Gol gris. Madre e hija no solo se repiten en la música. Ambas tienen referencias cinematográficas. La lista de Bléfari es larga: Participó de más de veinte películas y cortos como “Pobre mariposa” (1986), “Doli vuelve a casa” (corto, 1986), “Lo que vendrá” (1988, con Charly García), “1000 boomerangs” (1995), “Rapado” (1996), “La idea de un lago” (2017) o “Planta permanente” (2019). En estas dos últimas madre e hija actuaron juntas. Pero fue “Silvia Prieto”, de Martín Rejtman, en 1999, la que le dio a Bléfari el reconocimiento.
Así como en lo musical fue independiente, también lo fue en lo literario. Nunca publicó en los grandes sellos, sino en los de calidad. Mansalva, Belleza y Felicidad, Lecturas Ediciones (de Chile) y Rosa Iceberg. En lo artístico, el under siempre fue lo suyo.
En sus textos, Bléfari escribe sobre sus pedaleadas en bicicleta por la ciudad, sobre sus recitales, las inversiones en discos o en los números que no cierran con el alquiler y el supermercado. Nunca tuvo auto pero soñaba con tenerlo. Para eso ahorraba dinero con su hija, quien pudo comprar un Gol gris usado una vez que falleciera su madre.
Hija de trabajadores hoteleros, Bléfari nació en Mar del Plata en 1965, se crió en Bariloche, se vino a Buenos Aires y murió en la casa paterna de Santa Rosa, La Pampa. Dicen que en esa provincia buscaba la tranquilidad que se le negaba en Buenos Aires.
“No llegaré nunca a arrimarme siquiera a lo mejor pero puedo decir que probé muchas de las cosas que quería probar”, le dijo a la periodista María Yaccar en 2017. En esa misma entrevista contó sobre la vez que posó para la revista Playboy: “(esa revista) arrastraba la fama de tener buenos artículos periodísticos y reportajes. Lejos estábamos de la conciencia feminista de hoy. Acepté y el resultado, por supuesto, fue pésimo. La imagen de mi cuerpo en ese contexto sexista no pudo trascenderlo y quedó atrapada en el mensaje de la revista. Trabajé para el enemigo creyendo que era más fuerte mi libertad como mensaje que el mensaje apuntalado por las décadas del medio desde el que me asomaba”. Y después: “El dinero era poco. Lo necesitaba pero podría haberlo evitado. No lo oculto ni lo niego, pero si pudiera rebobinar, no volvería a hacerlo. Mi cuerpo desnudo nunca me avergonzó ni me avergüenza; el de los demás y lo erótico de esas producciones está más en la ropa que en el desnudo. Me dio vergüenza haber caído en la trampa de creer que podía sostener mi autonomía adentro de un reino como ese”.
“Un detalle poco conocido de Rosario Bléfari es que en los últimos años se había convertido en estudiante de la carrera Artes de la Escritura de la Universidad de las artes. Era raro verla a ella, a quienes todos considerábamos una maestra del indie, convertida en alumna de escritura, pero a la vez, esta artista de las partes no tenía ningún problema en estar ahí a horario, discutir con sus compañeros un texto, o ponerse a leer a un autor que no conocía. Siempre estaba empezando, siempre un fragmento nuevo se unía a su gran rompecabezas, siempre buscando un estímulo nuevo que alimentara su voz”, la recordó la escritora Mercedes Halfón poco después de su muerte. Y Alan Pauls: “Fue la persona más fotogénica que conocí. La única, en realidad, porque la suya era una fotogenia en vivo, presencial: su cara atraía toda la luz, el mundo se ponía contento cuando sonreía”.
Si quieren saber más sobre la muerte de Rosario Bléfari, acá va un texto que la sintetiza. La autora es la periodista Sandra Guzmán, quien en 2023 publicó en el suplemento Radar una entrevista a su hija Nina. “Un día antes de la muerte de Rosario Bléfari, durante el periodo más álgido de la pandemia, Nina y Fabio Suárez se tomaron un taxi a la Pampa. Hasta ahora, nadie en la familia sabía manejar. Bléfari vivía ahí desde hacía un tiempo, había vuelto a su casa familiar, una casa con huerta donde siguió escribiendo y abocada a pequeños proyectos creativos pero domésticos. Tenía cáncer y ya no soportaba Buenos Aires. Padre e hija lograron entrar a La Pampa, donde entonces solo había tres infectados y las restricciones eran extremas, con un permiso especial para despedirla. Pero no lo lograron. El segundo día de aislamiento obligatorio en un hotel los llamaron para darles la noticia, y entonces, a ellos aún les esperaban dos semanas más de encierro conjunto en una pequeña habitación con comidas que recibían debajo de la puerta. Así pasaron los primeros días del duelo. ‘Fue bastante traumático, ahora que lo pienso. Fue un montón: nos faltaban quince días de encierro y ya no tenía sentido. Creo que enloquecimos, al día ocho estábamos poniendo Nicky Minaj y fumando un porro a escondidas’, dice Nina, con un humor soleado que a pesar de todo nunca abandona”.
Es increíble que hayan pasado ya cuatro años de aquella pandemia pero, sobre todo, de la muerte de Rosario Bléfari. El consuelo, tal vez el único para quienes quieren o queremos leer más de ella, es que están sus libros, sus canciones y sus películas. No es poco.