Entrevista: Marcelino Freire

“Mi literatura carga con el grito y el canto perpetuo de mi madre”

por Gabriela Colombo1

Marcelino Freire es uno de los nombres más importantes de la literatura brasileña contemporánea. Sus libros Cuentos negreros y Nuestros huesos, ambos publicados en Argentina, han sido respectivamente galardonados por los prestigiosos Premios Jabuti y Machado de Assis. Dueño de una voz única, de un grito perpetuo, como él mismo dice, da vida a personajes inolvidables. Aprovechando su estadía en Buenos Aires, Gabriela Colombo lo entrevistó, en exclusiva para la Fundación La Balandra. 

Marcelino Freire. Foto: Mário Miranda Filho.
Marcelino Freire. Foto: Mário Miranda Filho.

Conocí a Marcelino Freire hace más de diez años en un evento ecológico de San Pablo, en donde un grupo de personas nos reunimos, entre otras actividades, para escribir sobre la contaminación del río Pinheiros. Aquel fin de semana, quedé impactada por el magnetismo de su personalidad y la forma que tiene de jugar con las palabras. Al poco tiempo, me inscribí en sus talleres literarios y él se convirtió en mi primer gran maestro. Sin duda, hoy soy escritora por la motivación y las enseñanzas que recibí en sus clases.

Marcelino es un agitador cultural incansable. En 2006, creó la Balada Literaria, un evento masivo, público y gratuito que celebra las Letras. Escritores y artistas de todo el mundo, como Caetano Veloso, Adriana Calcanhoto, Arnaldo Antunes, Lourenço Mutarelli, Paulo Lins, Pedro Lemebel, Valter Hugo Mãe, Susy Shock, Alejandra Laurencich, Pedro Mairal y Juan Diego Incardona, han

participado de sus Baladas. 

A principios de año, Marcelino estuvo viviendo en Buenos Aires para terminar de escribir su novela Escalavra. Me reuní con él en la tradicional confitería Las Violetas. Esta entrevista, en parte, fue una excusa para reencontrarlo, darle un abrazo y volver a conversar con él sobre su vida, su obra y todo ese mundo que construyó en torno a la literatura. 

—No sabía que hablabas tan bien español. ¿Cuándo lo aprendiste? 

—El secreto para hablar bien una lengua que uno desconoce es hablar con convicción. Hablo portuñol con convicción. Aprendí con el maestro y escritor Raimundo Carrero, que otro secreto para hablar una lengua desconocida, es hablarla en voz bajita.

—En las últimas páginas de Nuestros huesos, dice que la novela fue escrita entre Buenos Aires, Vila da Mata y Paraty. ¿Siempre venís a escribir a Buenos Aires? 

—Adoro Buenos Aires porque me saca de una zona de comodidad y me pone un poco analfabeto. Todo aquí, para mí, es inaugural. Quedo desintoxicado de un lugar que ya conozco y encantado por un lugar en el que puedo descubrir algunas cosas nuevas. Estoy concentrado en mi lengua original y soy analfabeto para la lengua exterior. Creo que eso ayuda mucho. Me la paso coleccionando palabras que terminan entrando en el libro, por ejemplo: pesco en el diario la palabra “pavura” que nosotros, en el Nordeste, la usamos. Las personas que trabajan en el área rural no hablan mal, hablan en una lengua antigua. Dicen “entonces” y no “então”, por el contacto que tuvieron en el pasado con los inmigrantes españoles. Otra frase que mi mamá usaba mucho era: Me despierto con “farnizim”, que en su origen viene de “frenesí”, del francés. Cuando estoy acá entro en contacto con cosas primarias y antiguas. Cuando mi ojo pesca una palabra es porque mi intimidad la buscó en alguna memoria guardada. Es por eso que vengo a escribir acá.

—¿En qué proyectos estás trabajando? 

—Estoy trabajando en mi segunda novela. Hace tiempo que quiero hacerlo. Tengo varios libros de cuentos y una sola novela. Acá, en Buenos Aires, es dónde escribí la primera versión de Nuestros huesos. El título del nuevo libro es Escalavra, ¿viste cuando sufrís un accidente con heridas profundas y la piel queda toda despellejada, en carne viva y necesitás ir al hospital? Eso significa “escalavrar”.

—¿Sos disciplinado para escribir? ¿Seguís alguna rutina? 

—No logro seguir una rutina. Curiosamente me da fiaca escribir. Cuando hago estos viajes es para provocarme y poder concentrarme en la escritura. Acá me suena menos el celular. Nadie sabe dónde vivo. Me pongo en modo avión.

—Sos el menor de nueve hermanos y el primer lector de la familia. ¿Cómo fue tu infancia en Sertânia y en Bahía? ¿Jugabas con huesos como escribiste en la novela?

—Jugaba con huesos, evidentemente, no de humanos. Eran pequeños huesos de animales del jardín de casa. Salí de Sertânia con tres años. Soy el más chico de la familia. Los hermanos que estudiaron y lograron entrar en la facultad fueron los más jóvenes porque los mayores trabajaban mucho. Yo fui el primer lector de libros de mi familia, alguien que leía bastante. En casa nunca tuvimos una biblioteca. Mi padre y mi madre eran lectores de la vida.  

—¿Cuándo descubriste que te apasionaba la literatura y que te ibas a dedicar a escribir? 

—En Recife, cuando leí a un poeta clásico llamado Manuel Bandeira. A partir de ese momento, quise ser ese poeta. Descubrí que él era pernambucano, yo también. Me sentí identificado y me di cuenta de que era posible. Empecé escribiendo poemas y después teatro cuando tenía nueve años. 

—Durante la pandemia hubo escritores que pararon de escribir y otros que, aislados, produjeron mucho. ¿Cuál fue tu experiencia? 

—Leí más de lo que escribí. Releí mucho. Fue mucha la perturbación, no sólo por la pandemia sino también por el desgobierno completo de Brasil. Fue un momento muy difícil como para concentrarse en una frase, en un personaje. Escribí textos cortos. No podía escribir una novela. Releyendo descubrí que poemas escritos hace más de cien años por escritores muertos en otras pandemias, se habían convertido en contemporáneos. La literatura es siempre eterna. Mi lectura estaba tomada por una conciencia de finitud, podía morir al día siguiente por causa del virus. Los poemas hablaban conmigo porque aquellos poetas habían muerto por la gripe española, de tuberculosis. Un poema nunca está en el mismo lugar en que lo dejamos porque leemos con nuestra vida. La pandemia muda el foco de nuestra propia lectura.  

—¿Cómo surgió la idea de crear las Baladas Literarias y qué representan para vos? 

—La Balada Literaria surge de la necesidad de sacar la literatura de un lugar inalcanzable. Es para que esté viva, pulsante, que esté en la mesa de un bar, en el teatro. No son sólo escritores los que participan, son fotógrafos, drag queens, actores, actrices, bailarines. Es un evento que sucede en San Pablo, en Teresina, desde 2017 y en Salvador, desde 2015. Cuando llevé al escritor chileno, Pedro Lemebel, en 2013, era la primera vez que él iba a San Pablo y nunca había sido publicado en Brasil. Finalmente, este año su novela Tengo miedo torero va a ser publicada por la editorial Companhia das Letras. La Balada Literaria está hecha de encuentros, no es un comercio, un código de barras. Pedro Mairal también participó de una, tras ganar el premio con su novela Una noche con Sabrina Love y ahora es un autor celebrado en Brasil. Juan Diego Incardona fue con Mairal ese año. La Balada es un gran encuentro de todos los géneros, literarios y sexuales, porque desde la primera edición se organiza un Trans Sarau de la diversidad. El año pasado participó Susy Shock, una travesti cantante, compositora, poeta, actriz argentina, de gran influencia en la escena artística literaria LGBTQ de Brasil. 

—¿Leíste a Camila Sosa Villada? 

—Estoy encantado con ella. Las malas, se tradujo en Brasil como O parque das irmãs magníficas (El parque de las hermanas magníficas). La leí en portugués y ahora compré la versión original. Hay un crecimiento grande de la literatura de autoría negra en Brasil. Lucía Tennina (traductora de su libro Cuentos negreros), publicó en Argentina, Quilombo, una antología que reúne autores brasileños de raza negra. También hay un movimiento pulsante de travestis escribiendo, como Amara Moira, profesora con doctorado de la UNICAMP (Universidad Pública de Campinas). Su libro E se eu fosse puta (Y si yo fuera puta) será traducido y publicado en Argentina, por Lucía Tennina, en su editorial Mandacuru.  

Algunos de los libros publicados por Marcelino Freire (ediciones en portugués y español).

—Cuentos negreros ganó el prestigioso Premio Jabuti en 2006. El libro incluye dieciséis cuentos extraordinarios que muestran diferentes aspectos de la injusticia social. Para mí es imposible no leerlos en voz alta. Por momentos, dan ganas de leerlos a los gritos. ¿De dónde viene esa oralidad y ese ritmo único de tu escritura?
—Mi lugar es el lugar del grito, del escándalo. Mi mamá era una sertaneja (del sertón brasileño) que hacía mucho escándalo. Mi lugar es de choque, no de calma. Entonces, cuando mamá estaba muy desesperada criando esos nueve hijos, entiendo que, para vestirlos, calzarlos, alimentarlos, sólo podía gritar, patalear. Mis personajes están gritando, están listos para el enfrentamiento. Esa voz viene de ahí, de ese grito. Mamá cuando estaba feliz también cantaba. Mis personajes o están cantando o están gritando.

Para la novela necesité el silencio de mi padre, que era un grito también. Mamá murió en 2010. Esta novela que estoy escribiendo, Escalavra, tiene una frase que dice: “Estuve soñando mucho con mamá.

Soy yo quien le pide que vuelva al día siguiente”. Sueño frecuentemente con ella porque le pido que vuelva al otro día. Cargo con la voz de ella. Vi una entrevista de Pedro Lemebel, chileno, en la que él dice algo parecido, que no había nada más lindo que la voz de su madre. Y él cree que esa voz era muy bonita y le daba calma, inclusive, después de la muerte de ella, porque es la primera voz que oímos. Mi literatura carga con el grito y el canto perpetuo de mi madre. Escalavra habla de eso.

—La novela Nuestros huesos recibió el Premio Machado de Assis y fue finalista del Premio Jabuti, en 2014. ¿Hubo algún cambio en tu vida después de estos reconocimientos? 

—Viajé un poco más. (Se ríe). El Premio Jabuti tiene más de 50 años, es muy prestigioso, pero yo no me puedo sentir un jabuti (tortuga terrestre), salir de la ceremonia caminando como un jabuti. El premio que me dejó más feliz fue el de Nuestros huesos, que era mi primera novela después de varios libros de cuentos, y gané el Machado de Assis. No me lo esperaba. Para mí escribir una novela era un misterio. Y el premio vino con dinero, 30.000 reales fueron en aquella época. Me hizo feliz ese dinero, pero no escribo pautado por los premios porque perdería mi voz, mi libertad. Pudimos pagarle un hospital a mi mamá recién cuando ella era muy viejita. No teníamos seguro de salud. Entonces, pagábamos los gastos médicos en forma particular. Mamá tuvo cáncer al final de su vida. El tratamiento era muy caro, no estábamos en condiciones de pagarlo. ¿Quién lo pagó? La literatura. Ella me decía: Hijo estudiá, estudiá y yo estudié literatura y pude conocer a un escritor llamado Ronaldo Correia de Brito, que es médico. Nos hicimos muy amigos. Él fue quien cuidó a mamá al final de su vida. Ronaldo es de Ceará, pero vive en Recife. Lo que estoy diciendo es que quien cuidó a mamá fue la literatura. Porque pude conocerlo gracias a ella. Ese fue el mayor premio para mí. 

—Hace poco vi unas fotos en tus redes sociales de los talleres literarios que estás dando a distancia y la mayoría de los participantes son mujeres ¿Por qué pensás que se está dando este fenómeno?

—Las mujeres están escribiendo cada vez más. Y son mujeres las que están produciendo las grandes novedades de la literatura mundial. Pienso que eso se refleja en los talleres de escritura y también en los clubes de lectura. Las mujeres leen más que los hombres. Hay un movimiento en Brasil que se llama “Lea mujeres”. ¿Cuántas mujeres estás leyendo? ¿Cuántos libros de mujeres tenés en casa?  Algunos hombres preguntaron: ¿Quieren decir que ahora no van a leer más a hombres? No. (Se ríe). Algunos están desesperados… Ningún movimiento empieza pidiendo permiso o disculpas. Hace poco escribí: Lean mujeres. Lean, hombres. Mirá como la coma hace la diferencia. El poder de la coma.

—¿Qué recomendación le darías a los que están empezando a escribir y se preguntan si deben estudiar en la Facultad de Letras o no? 

—Empecé la Facultad de Letras y después la dejé. No es ahí donde vas a encontrar la escritura. Pienso que existe una cierta perturbación en la gente que escribe. Encontrá tu perturbación, cuál es tu lugar en el mundo, tu manera de andar. Susy Shock dijo: La pintura de mi andar. Buscá la pintura de tu andar. El andar es el estilo, la forma de estar en el mundo. Encontrá tu forma de andar. Esa forma de andar no está en las universidades. Te puede ayudar en la caminata, pero tu forma de andar la traés con vos desde tus primeros pasos. Tu forma de estar en el mundo es tu forma de estar en la página. Primero encontrá ese lugar y después andá a la universidad con tu forma de andar para que te ayude a caminar. 

—¿Qué representa la literatura en tu vida?

—Si sacaran la literatura de mi vida, ¿qué sobra? Si sobran muchas cosas no iría para la literatura. ¿Qué vas a hacer ahí? Si la saco, me desplomo.

—En el prólogo de los Cuentos negreros, Washington Cucurto dice que sos un alma blanca en tierra de negros. Y en la última página del libro dice que Marcelino Freire es hijo de Xangô (Dios de la justicia en la religión umbanda).  ¿Quién es Marcelino Freire? ¿Cómo te definirías hoy? 

—Amigo de Washington Cucurto. Yo lo amo. Me parece un tipo extraordinario. Leí un artículo hace poco en el que él está pintando y exponiendo. Le escribí para encontrarnos. El trabajo que él hace es inspirador. Me identifico de inmediato con su trabajo, como militante de la literatura, como alguien muy inquieto y también muy tomado por la moral. ¿Quién es Marcelino? Amigo de Washington Cucurto.

Marcelino Freire y Gabriela Colombo en la confitería Las Violetas.

—¿Hay algún comentario que quieras hacer para cerrar la entrevista? 

—Quiero decir que estamos en un café muy bonito, en Las Violetas, que vos sugeriste para nuestro encuentro. Vine acá, unos días antes, para saber cuál era la distancia a recorrer, para no atrasarme. Almorcé y, cuando estaba solo, agradecí esta posibilidad ante tantas cosas vividas por mi familia, por mí. 

Me dije: estoy acá porque la literatura me trajo hasta acá, después me voy a encontrar con Gabriela que también vino por la literatura; quiso escribir y modificó su vida por la literatura. En esta pandemia, aislado en casa, tuve mucho orgullo de mí por las elecciones que hice, porque yo podría estar encuarentenado con las decisiones equivocadas. Sería una tragedia. Lo que elegimos nos lleva lejos, lejos de las elecciones equivocadas.

Puedo decir que esta conversación que estás reproduciendo en una entrevista que te trajo acá, quien te trajo hasta acá, quien me trajo hasta acá, estamos unidos por una elección de vida. La literatura es esa elección de vida. Elige tus elecciones.

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1. La entrevista fue realizada y traducida del portugués por Gabriela Colombo.

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