Cuestiones de oficio: Steinbeck
El arte de escribir y amar u odiar
por Matías Carnevale
John Steinbeck (1902-1968) fue un escritor estadounidense conocido por obras como De ratones y hombres (1937), Al Este del Edén (1952), Mis viajes con Charley (1962)—una suerte de En el camino pero con su perro caniche—y, especialmente, Las viñas de la ira (1939; también traducida como Las uvas de la ira y Viñas de ira), llevada al cine en 1940 por John Ford en una magnífica versión.
Steinbeck ganó el premio Nobel de literatura en 1962, y en el discurso de aceptación del premio, el novelista dejó bien en claro cuál era su concepción de la literatura y del rol del escritor: “un escritor que no cree en la perfectibilidad del hombre no tiene dedicación ni ninguna implicación en la literatura”. Gracias a esta declaración de principios y su representación de las clases desfavorecidas, fue llamado la voz de los Estados Unidos en un documental de la BBC.
Borges, en su Introducción a la literatura norteamericana, le dedica unas pocas líneas, incluyéndolo en el apartado sobre novelas. Allí leemos: “El escenario de casi todos sus libros es California; el ambiente humilde refleja las consecuencias de la depresión del año 30. Steinbeck sobresale en el diálogo, en la descripción de la vida que ha conocido y en el relato; es menos feliz cuando aborda consideraciones filosóficas o sociales”. Steinbeck, durante sus años de estudiante en Stanford, le pagaría hasta un dólar por persona a los trabajadores rurales californianos para que le contaran sus historias; de aquella práctica derivarían los personajes de sus obras.
Sus conexiones con el cine o con las clases trabajadoras no son sus únicos aportes a las letras mundiales: The Paris Review publicó en 1969 una serie de consejos que Steinbeck había desarrollado el mismo año en Journey of a Novel (publicada en español como Diario de una novela. Las cartas de Al este del Edén). Según recuerda su amigo Nathaniel Benchley, Steinbeck sostenía que para escribir bien sobre algo había que amar u odiar mucho a ese tema. Basten tres de aquellas máximas para dar cuenta de su visión sobre el arte de la escritura tal como Steinbeck lo concebía: “un hombre que escribe una historia se ve forzado a poner en ella lo mejor de su conocimiento y lo mejor de su sentimiento”, combinando así intelecto con corazón. Además, respecto del momento que sigue a la culminación de una obra, Steinbeck señala que “terminar representa un tipo de tristeza para el escritor—una pequeña muerte. Escribe su última palabra y se acabó. Pero el asunto no está del todo terminado. La historia perdura y deja atrás al escritor, porque no hay relato que se termine completamente”. Al igual que su contemporáneo Hemingway, Steinbeck daba una importancia fundamental a la honestidad: “La disciplina de la palabra escrita castiga tanto la estupidez como la deshonestidad”.
