Lecturas: Knockemstiff

¿Qué otra cosa puede hacer esta gente?

por Fernando Manzini

Las historias de Knockemstiff suceden justamente en Knockemstiff, una hondonada situada en Ohio, bien adentro del sur de los Estados Unidos. Lejos de la actividad cultural e industrial de las grandes urbes, en Knockemstiff predomina el aislamiento, el miedo y la pobreza

¿Cómo sobrellevar la vida en un lugar como ese? La respuesta es la misma que dieron y seguirán dando los habitantes de cualquier lugar del mundo que se encuentre en las mismas condiciones. En Knockemstiff la gente inhala lo que sea para soportarse a sí misma, se acuesta con cualquiera para mitigar su tristeza, agrede para divertirse o come hasta reventar para olvidarse, al menos por un rato, de lo sola que está. 

Knockemstiff es un pueblo de lúmpenes perdidos, de white trash atormentados, de vagabundos locos. Lo mejor que podemos encontrar ahí es un puñado de hombres y mujeres de clase trabajadora que se mueven como zombies en una vida que no desean. Los niños de Knockemstiff lucen moretones del color de las bananas pasadas y fantasean con matar a sus padres. Los adolescentes —con sus padres ya muertos o desaparecidos— perdieron el valor de fantasear.

Por eso es que Knockemstiff trasciende cualquier localía, cualquier ubicación geográfica. Todas las ciudades del mundo tienen su Knockemstiff: padres que se distraen pegándole a sus hijos, madres que se evaden con televisión y papas fritas, adolescentes que torturan al más débil de todos, niños que abandonan sus casas, pordioseros que hacen del horror su única experiencia feliz: “Yo nunca se la había metido a una persona de verdad, y cuando empecé a correrme me pareció que todo lo que había vivido hasta entonces dejaba de tener importancia. Los años de penuria y de soledad salieron fluyendo de mí y se pusieron a burbujear dentro de aquella niña como un manantial que brotara de la ladera de una colina” (de “El hoyo de la dinamita”). Los cuentos de Knockemstiff nos rompen el corazón tanto por sus víctimas como por sus victimarios, tanto por los que padecen el mal como por quienes lo infligen. 

Donald Ray Pollock muestra la violencia como una fatalidad del contexto, sin caer en enjuiciamientos morales ni en condescendencias. Sin acceso a la cultura, ni a la educación, ni al amor de nadie, los personajes de Knockemstiff sobreviven en el abandono total, sin opciones, en un pueblo infértil que los acorrala hasta la desesperación. ¿Qué otra cosa puede hacer esta gente aparte de destruirse a sí misma? Vale la pena leer estos cuentos tan solo para darle vueltas a esa pregunta. 

Knockemstiff es un libro que fascina por su violencia e inquieta por su sordidez. Pero, más subrepticiamente, es un libro que nos transforma. Al hacernos vivir en carne propia esas historias singulares y tristes, nos vuelve insospechadamente más sensibles, más compasivos.

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