Lecturas: Sangre

El viaje inmoral

por Victoria Martínez

Alto Pogo editó recientemente Sangre, la primera novela de Alejandro Guyot. Al autor lo conocemos como músico y poeta: es un poco 34 puñaladas, su grupo de tango devenido en Bombay Buenos Aires, incluso antes fue Brumario, allá lejos y hace tiempo, un libro de poemas que de alguna manera profetizaba algunos de los tópicos de esta novela que él mismo define como “una comedia negra, psico-religiosa”.

Inmerso en el contexto de la peor crisis socioeconómica de los últimos cincuenta años, Dante Cortediré, el protagonista, escapa de la abulia de su vida, de un trabajo alienante y del sinsentido absoluto que lo envuelve. Hace el camino inverso al que trajo a su abuelo desde Italia, muchísimos años atrás, y se embarca en un viaje que marchará in crescendo en intensidad. El turista que vagabundea irá de a poco mutando en un hombre sin rumbo, ya sin dinero, y pasará a ser un ilegal sin trabajo. Esa ilegalidad de Dante se muestra en la habitación de un sótano, en la relación con una cantante del Este europeo, en una estufa: símbolos que irrumpen en la historia y que a la vez representan parte de lo vivenciado por el propio Guyot en su recorrida por Europa. Una suerte de autorreferencialidad distanciada por la perspectiva narrativa.

La cadena de eventos desafortunados y la falta absoluta de conciencia irán reduciendo los valores de Dante que, de a poco, comenzará a vivir su propio infierno y regulará el de los que lo rodean, del cual solamente podrá evadirse dejando atrás todo dejo de humanidad. Ya de vuelta en Argentina, la amoralidad se apoderará de todos sus actos, condimentada por el contexto del 2001, cuando toda salvación parecía imposible. ¿Cuál es el límite de un hombre? ¿Hasta dónde llegar por dinero?  ¿Cuántos infiernos recorrer? El protagonista los atravesará en formas que irán desde el abandono familiar hasta la estafa de quienes necesitan creer. Sus acciones serán la fuente del antídoto contra el veneno que lo consume. 

Desde una perspectiva histórica más lejana, la novela pone en escena los mecanismos de la cristiandad y la génesis de la peor inmoralidad, la de una construcción litúrgica que armó, en la Edad Media, su propio “pan y circo” de dominación. Más de 600 años después, Dante replicará otras formas de dominación: la del trabajo esclavo, la de la comunidad china y las mafias que habitan los subsuelos de las fábricas del conurbano, la de la trata de personas. La otredad llevada a la explotación, al extremo. Un sistema económico que deja muertos en las plazas y encierra en corralitos las esperanzas de la clase media.

Un gato Maneki-neco y vírgenes con llanto de sangre serán los íconos simbólicos del funcionamiento perverso del sistema político y la doctrina religiosa en los que se condensa todo el flujo de la amoralidad, que atraviesa la novela como un hilo conductor. El texto aloja tantos tópicos que parece disgregarse y, sin embargo, se cierra en un todo perfectamente estructurado, nucleando a todos ellos en la hoguera del peor de los círculos del infierno cotidiano: la vida miserable y sin retorno. 

Sangre invita a leer, a creer y descreer del milagro y de sus hacedores, y a pensar que –al igual que ocurre con el personaje, con la fe, un poco con la historia de nuestro país y con el modo en que Guyot titula su nuevo álbum musical, La guerra es adentro.

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