Lecturas: Anomalías

Lo desconcertante en lo cotidiano

Por Hernán Carbonel

tapa anomalíaLo anómalo se ha convertido en un ingrediente relevante en la literatura contemporánea, sobre todo en las nuevas generaciones. Lo podemos ver en jóvenes narradores argentinos, como Samanta Schweblin, Tomas Downey, Luciano Lamberti, e incluso en el título mismo de la última y celebrada novela de Hervé Le Tellier, La anomalía.

 Pero, ¿a qué podríamos llamar lo “anómalo”? Aquello que queda fuera de lo que se puede calificar como aceptable, que se mueve entre los pliegues de lo cotidiano: el detalle dislocado, lo ominoso, lo desconcertante, lo familiar desconocido.

 En palabras de Schweblin, “cuando algo que entendíamos en términos imaginarios se presenta como real. Es decir, cuando descubrimos que algo que habíamos etiquetado como imposible de suceder, sucede”. O, al decir de Antonio Dal Masetto, cuando un elemento extraño se cuela en un mecanismo con orden propio y lo trastoca.

 Ejemplos: Un caso de alteración espacio temporal que lleva al personaje a enfrentarse consigo mismo en un pasado reciente. Una niña con características físicas particulares y el abismo que separa a sus padres a la hora de la crianza bajo esas determinantes. Una pareja que intenta sostenerse frente a los efectos de un accidente, manipulados por una familia de la alta burguesía. El asesinato de una niña y un hombre acusado por la opinión pública y la justicia por un crimen que ¿no cometió?

 De eso va Anomalías, de Alan Talevi, tomo de seis cuentos publicado por la Editorial Municipal de Córdoba, que obtuviera el segundo puesto del Premio Municipal de Literatura Luis José de Tejeda (organizado por la Subsecretaría de Cultura de dicho municipio) en 2019.

 De ese tipo de anomalías se trata. Como si nada extraño hubiese ahí, como si nada extraño sucediera hasta que la realidad se abre en pequeñas grietas por donde se cuelan lo extraordinario como abúlico, lo común como exacerbado, lo previsto junto a lo infrecuente. Personajes que quieren deshacerse de su cara y de su nombre, irse lejos, pero que sin embargo no pueden despegar del escenario que los absorbe. Que operan con sobriedad, pero son atravesados por el absurdo, lo irregular, la fantasía de una felicidad.

 Como bien dice Roque Larraquy en la contratapa: “si la anomalía es el caso minoritario, el desvío excepcional, el quiebre de un pacto absurdo de normalidad, ¿qué pasa si crece en tiempo y número, si se hace parte del paisaje, si es respirable, si es moneda?”.

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