Rescates

Horacio Quiroga y su Diario de viaje a París

Por Wenceslao Bottaro

quirogaDos libretas halladas en un archivo privado, muchas décadas después de su muerte, revelan los días que un joven Horacio Quiroga pasó en París en 1900.

No sé sabe qué motivos llevaron a Quiroga a París porque él nunca lo dijo. Pero sus biógrafos, que también fueron sus mejores amigos en la ciudad uruguaya de Salto, sugieren que fue porque eso era lo que hacía todo aspirante a poeta maldito o escritor marginal o snob de la época.

Casi todos los artistas, o aspirantes a serlo, que vivieron el cambio del siglo XIX al XX querían triunfar y ser reconocidos en París. Y Horacio Quiroga, en 1900 y con 22 años, no fue la excepción.

La experiencia del escritor uruguayo en la capital francesa no fue buena. De hecho fue pésima y hasta dramática y Quiroga detestó esos días tanto como el viaje que lo llevó a Europa. Casi la mayor cantidad de páginas de estas libretas están dedicadas a reflejar todos los malos momentos que pasó en París.

En la introducción de Diario de viaje a París se cita un largo fragmento de la biografía escrita por sus amigos de juventud (cuando esta biografía fue escrita no se sabía de la existencia de las libretas).

Se lee en Vida y obra de Horacio Quiroga (1939), de Delgado y Brignone:

Se embarcó como un dandy: flamante ropería, ricas valijas, camarote especial, y todo él derramando una aristocrática coquetería, unida a cierta petulancia de juventud favorecida por el talento, la riqueza y la apostura varonil. No había quien pudiese dejarlo de envidiar.

Según se sugiere en el libro, por ese tiempo, Quiroga gozaba y hasta se aprovechaba de las finanzas de la segunda pareja de su madre, que le cumplía todos los caprichos, incluido el costeo del viaje a París. Pero nada iba a resultar como el joven escritor imaginaba. Quiroga, según lo insinúa en sus anotaciones, se veía a sí mismo como un predestinado a alcanzar el reconocimiento y la gloria. Y tal vez los haya alcanzado, pero no en este viaje de juventud.

Diario de viaje a París no es un escrito literario ni periodístico ni una crónica en sentido estricto. Son reflexiones y anotaciones cotidianas y desordenadas, apuntes tomados sin más pretensión que servir como registro de sus vivencias y observaciones. Son anotaciones hechas a mano en dos libretas que el autor compró en Montevideo antes de partir hacia el puerto de Génova, su primer destino en Europa.

La Libreta Uno empieza con tono nostálgico. Ya al primer día de navegación extraña a su novia y amigos. Transcribe pensamientos melosos y casi patéticos. Durante el viaje se aburre y reniega de lo horrible e insoportable que le resulta la navegación. Varias veces anota que son los días peor malgastados de su vida. Describe los pasatiempos de a bordo y a los pasajeros con maldad, ironía y hasta con cierto desprecio. Hace algunas observaciones del mar enfocándose en los colores. Lee mucho e intenta escribir. Algunos borradores de sus primeros poemas surgieron durante este viaje.

La Libreta Dos da cuenta de sus días en París. Cuando Quiroga llega a la capital francesa está comenzando la Exposición Universal de París de 1900, que visita algunas veces. También visita museos y compra una bicicleta.

Quiroga es fanático de la bicicleta. En su ciudad natal fundó el Club Ciclista de Salto (CCS). Por la Libreta Uno podemos saber que el autor, al llegar al puerto de Génova, y para aprovechar las horas que le restan para tomar el tren que lo llevará a París, alquila una bicicleta para recorrer la ciudad.

Lo mismo hace en París. Anda mucho en bicicleta y asiste a varias competencias de ciclismo. En la libreta hay numerosas anotaciones sobre los ciclistas, los tiempos que realizan y nuevos récords. De hecho, para “no gastar en ropa” pasea por París con una camiseta del CCS.

La preocupación por el ahorro es una constante durante su viaje. Quiroga no cuenta con mucho dinero y en los primeros días lo malgasta reduciendo su presupuesto. Además, se supone que debería recibir un envío de su familia (de la pareja de su madre, en realidad) que no llega a tiempo y el autor la pasa muy mal.

Vive haciendo cuentas y anotaciones de los gastos. Ajusta su presupuesto al mínimo llegando a comer solo queso y pan una vez al día. Para no gastar se pasa los días caminando, en el Jardín Luxemburgo o andando en bicicleta (mientras la tiene, porque luego se verá obligado a empeñarla, lo mismo que sus valijas, su ropa, su cámara fotográfica y todas sus pertenencias). Llega al punto extremo en que debe pedirles dinero al grupo de escritores hispanos que frecuenta algunas veces en un bar parisino y con quienes no se lleva bien).

En medio de estos malabares para no morir de hambre intenta escribir y pelea con su asma. Se deprime. Los encuentros con otros escritores, que esperaba fueran reuniones llenas de intelectualidad y creación, lo defraudan. Los escritores le parecen pedantes, discute con ellos, se siente al margen de la movida literaria de París.

La mayoría de las páginas de la Libreta Dos están llenas de pensamientos terribles y de sufrimiento. Día tras día espera que llegue el dinero de Uruguay que lo saque del apuro pero este nunca llega. Debe pagar la estadía del hotel. Un grupo de conocidos uruguayos hace una colecta y cada día le dan unos pesos para que pueda comer. Quiroga se siente humillado y cada vez más desesperado. Con la plata que le dan cada día come pan y toma agua de las fuentes públicas.

Quiroga escribe sus experiencias deprimentes hasta que se le acaba la libreta. El dinero aún no ha llegado. En la última línea que escribe promete seguir haciéndolo en un cuaderno que pronto comprará.

Ese cuaderno nunca fue comprado o, al menos, nunca fue hallado porque no se conoce una línea más de este viaje escrita por el autor. Desde que se le acaba la Libreta Dos pasa casi un mes hasta que Horacio Quiroga pudo embarcarse de regreso a Montevideo. Pero nunca sabremos qué sucedió durante ese tiempo.

La biografía citada más arriba dice sobre el regreso de Quiroga:

Volvió con pasaje de tercera. Su indumentaria revelaba a la legua la tirantez pasada. Un mal jockey encima de la cabeza, un saco con la solapa levantada para ocultar la ausencia de cuello, unos pantalones de segunda mano, un calzado deplorable, constituían todo su ajuar. Costó reconocerlo. Del antiguo semblante sólo le quedaban la frente, los ojos y la nariz; el resto naufragaba en un mar de pelos negros.

Luego de su mala experiencia en París, el autor nunca más se afeitó la barba.

El libro incluye, además del Diario de viaje a París, una extensa Introducción y un Apéndice documental con varios textos, poemas, notas y cartas del autor, entre ellos la crónica de un viaje en bicicleta que Quiroga y un amigo realizaron entre las ciudades uruguayas de Salto y Paysandú.

* Nota del autor: El libro Diario de viaje a París de Horacio Quiroga leído para esta nota es una primera edición del año 2000, incluida en la colección Pajarilla de papel de Editorial Losada. Quizás aún se consiga en alguna de las librerías de la calle Corrientes.

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