Rescates: Sobre la Generación Beat, Kerouac y Big Sur

Locura y muerte en una cabaña de California

por Matías Carnevale

Locura y muerte en una cabaña de CaliforniaLa beat generation es, sin duda, uno de los movimientos culturales norteamericanos de mayor trascendencia del siglo XX. A mediados de los años 40, Allen Ginsberg, Jack Kerouac y William Burroughs –el “núcleo duro” del grupo– coincidieron en Nueva York y en el rechazo al academicismo que predominaba en la crítica y en la poesía del período, a la que se resistieron con una “nueva visión”, que incluía el uso de drogas, una apertura mayor a la sexualidad, la experimentación con formas y temas literarios y el interés por el budismo y otras variantes del pensamiento oriental. 

Por ejemplo, Ginsberg tiene su “Sutra del girasol”, se relacionó con los Hare Krishna y llegó a fundar la universidad Naropa, en la que se practica meditación como un contenido trasversal, mientras que Kerouac se fogueó como escritor de haikus y escribió el poema “Buda”, traducido al español por Esteban Moore en Buda y otros poemas. De esta colección quisiera citar algunos versos que dan cuenta de la presencia insoslayable de la espiritualidad en las obras de la Generación Beat. Kerouac escribe:

                                           La humildad

                                        es Beatitud

La generación beatífica

A los tres fundadores se les sumarían poetas como Gregory Corso, admirador de Percy Shelley, delincuente juvenil redimido gracias a la literatura y compositor de “Bomba”, un poema escrito en forma de hongo atómico, y Lawrence Ferlinghetti, dueño de la editorial y librería City Lights, con sede en San Francisco, que estuvo a cargo de la publicación de Aullido y ha servido por años como enclave beat de importancia internacional.

Es casi imposible medir en un puñado de párrafos el impacto que tuvo la Generación Beat en otros artistas, pero baste este dato como argumento: sin Kerouac o Ginsberg no hubieran existido los Beatles (ni The Doors, llegado el caso). Ginsberg es uno de los personajes presentes en “Give Peace a Chance”, de John Lennon.

Kerouac incorporó el habla de la calle y del jazz en su ficción, y procuró desarrollar una sintaxis que reflejara estas características. Su obra cumbre, que a su vez representó su ruina por la fama que le granjeó, En el camino (1957), se convirtió en un éxito instantáneo de ventas y envió a miles de muchachos a la ruta (¿sería descabellado pensar en millones alrededor del mundo?), que se inspiraron en Sal Paradise –alter ego de Kerouac– y Dean Moriarty –nombre ficticio de Neal Cassady, eterno compañero de aventuras del primero– para recorrer los caminos estadounidenses en busca de la libertad que la vida conformista y programada no les daba.

Pero el camino hacia la fama tuvo su costo para Jack: harto de la exposición obtenida y de la invasión de su privacidad por parte de los fans, acepta una invitación de Ferlinghetti para pasar unos días en una cabaña de la costa californiana, en Big Sur. Allí, entre períodos de delirium tremens y lucidez, Kerouac piensa escribir un poema sobre el mar y registrar sus pensamientos acerca de la naturaleza como lo había hecho Henry David Thoreau un siglo antes en Walden. En la novela resultante, Big Sur (1962), se condensan las obsesiones de Kerouac (la locura y la muerte), pero también presenciamos momentos de compasión y reflexión acerca de la fugacidad y la tristeza de la condición humana.

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