Perfiles

Un paso de vida, Anne Dufourmantelle

Por Natalia Neo Poblet

Anne Dufourmantelle

Foto de Emanuela Dunand

La escritura de Anne Dufourmantelle es música. Crea una lengua viva con sus propios ritmos. De ahí su devenir inacabado, un pulso de vida. Atraviesa lo vivible y lo vivido con su variación musical. Al modo de decir de Deleuze: en su escritura hay un devenir otro de la lengua, eso que escapa del sistema dominante. Una lengua no deja de inventarse y Dufourmantelle lo demuestra. En su escritura hay poesía: un decir que concierne.

La lengua, lo que no cesa de separarse de mí. La lengua sólo funciona a partir de mí. Es también aquello de lo que parto, me paro y me separo. Lo que se separa de mí partiendo de mí[1].

La descubro, años atrás, a través del libro La hospitalidad. Escrito a dos voces (plasmado en diferentes tipos de letras) que se van intercalando y son producto de los seminarios que dio Derridá sobre la hospitalidad, la hostilidad y lo otro como lo extranjero a la lengua del Amo, del poder.

Lo otro y lo extranjero como aquello que se mantiene en el exterior y por fuera. La hospitalidad pasa por la lengua. Hospedar es un verbo. Dufourmantelle escribe respecto de la hospitalidad:

Es tratar de abordar un silencio en torno al cual se organiza el discurso, y que el poema a veces descubre, pero que siempre, en el movimiento mismo de la palabra o de la escritura, se sustrae al develamiento. Si una parte de la noche se inscribe en el lenguaje, ella es también su momento de borradura[2].

Hace tres años se presentó en la Alianza Francesa de Buenos Aires En caso de amor. Psicopatología de la vida amorosa (2018), por Nocturna Editora que consiguió los derechos y tradujo minuciosamente de la lengua francesa a la lengua castellana. Luego le siguieron en la misma editorial: Elogio del riesgo (2019) e Inteligencia del sueño (2020).

Anne DufourmantelleEstos mismos libros habían sido publicados en París en los siguientes años: Elogio del riesgo (2011), Inteligencia del sueño (2012) y En caso de amor (2012).

Cada una de las tapas es original y tiene una intervención artística diferente. También tienen un valor agregado que es la dedicación minuciosa que le han puesto a la traducción (a cargo de Karina Macció y Fernanda Restivo). No es una cuestión menor. Siempre me pregunté: ¿qué se traduce?, ¿cómo pasar de una lengua a otra? La función de traducir está en saber oír la música de la lengua, pescar las diferentes capas semánticas que tienen las palabras para hacer pasar la velocidad y la densidad del texto. Traducir no es hacer un texto gemelo al original. Es ahí donde está la función del traductor/a: hacer pasar la voz, aunque siempre en ese pasaje de una lengua a otra lengua, en esa mudanza lingüística, algo queda intraducible, lo imposible de hacer pasar, lo que escapa a la palabra y a la imagen.

Dufourmantelle no llegó a ver ni a leer sus libros al español porque murió en 2017 a causa de salvar a dos niños que estaban frente a la costa de la playa Pampelonne, cerca de Saint Tropez, Francia. Ella corrió a salvarlos, lo logró y luego murió de un paro cardíaco sobre la orilla. En ese entonces tenía 53 años. Filósofa, se doctoró en la Universidad de la Sorbonne, y fue practicante del psicoanálisis, miembro de Le Cercle Freudien en París y la asociación Après-Coup en Nueva York. Se dedicaba a la escritura sobre lo que oía.

Curiosamente, en uno de los relatos (“El amor el niño”) de su libro En caso de amor, nos cuenta sobre la llegada de un analizante que vivió años atrás un episodio donde se tiró al río a salvar al hijo de un amigo al ver que se estaba ahogando. Lo rescata, le hace respiración boca a boca y lo acuna. Él sobrevivió y el niño también. Es a partir de esto donde Dufourmantelle dice: lo inimaginable no tiene lugar donde inscribirse en nosotros. Y se pregunta: ¿Cómo hacer hospitalidad en la palabra a un evento que ha fracturado nuestra vida?[3]

Anne DufourmantelleEn su libro En caso de amor nos relata veintiocho casos en los que nos hace llegar a través de su escritura su política: hospedar lo otro, lo extranjero. Casi a modo de Diario, Dufourmantelle, nos va relatando algunas sesiones que va teniendo con sus analizantes, pero al escribir en tercera persona disloca la idea de Diario y puede leerse en clave relatos de ficción. No solamente nos acerca lo que el analizante dice, sino que también lo que a ella, como analista y no como persona, le va pasando y sintiendo en esa escucha. Mientras, reflexiona sobre lo que “pasa ahí”.  Transmite un psicoanálisis sin léxico psi, sin dogma, sin religión. Se hace preguntas. No siempre se responde. Cuenta sus intervenciones. Nos la regala.

Hay que creer que el abandono es una realidad más violenta, arcaica, más sufrida que el amor. Que nos agarra ahí donde nos creemos más protegidos, invulnerables. El abandono es el lugar primero en nuestro venir al mundo[4].

Se escribe porque siempre queda un imposible, un resto por decir. Dufoumantelle pasa su voz, al dejarse interpelar deja que algo pase. Su escritura tridimensional despierta. Surge de esa escritura una potencia por el modo impersonal en la que se despoja del poder de decir Yo. Una escritura sin Yo. Sin propietario. Sin propiedad privada. No es una escritura que reivindica la palabra como propia. Una escritura alejada de la representación. Una escritura de enunciación. Movimiento en circulación.  Abre la palabra. Renuncia al Ser. En su escritura no hay dogmatismo, hay experiencia.

Su escritura tiene también una dimensión política que permanece en una ética que rompe con lo vertical y con el sentido. No parte desde una lógica de discurso, sino de una lógica poética donde no hay ni centro ni periferia. No hace foco en el significante, sino en lo supuestamente insignificante. Escribe con la lengua, no con el saber simbólico. Renuncia a la relación con la palabra. La renuncia no es una prohibición, propicia lo abierto y a la vez ubica un punto de responsabilidad. De este modo se abre al lazo. El lazo es un lugar que va más allá de la lógica de un discurso y eso posibilita ecos de lo escrito.

La escritura y la lectura encierran siempre una situación de riesgo. Y como dice Piglia, el lector también corre un riesgo y es el de creer demasiado en ese sentido leído.

Dufourmantelle escribe casualmente sobre los riesgos que implica atravesar la vida y hace de eso un elogio. Tal es así que titula otro de sus libros: Elogio del riesgo. Donde arriesga a que la palabra se acerque, toque, transforme.

El riesgo es un kairos, en el sentido griego del instante decisivo. Y lo que determina no es solamente el porvenir sino también el pasado, detrás de nuestro horizonte de espera, en el que se revela una reserva insospechada de libertad[5].

Podemos decir que Elogio del riego es un libro que navega contra la corriente, contra el sentido común. Bucea en las pasiones, en los celos, en los olvidos, en la angustia, en el cuerpo, en lo desconocido, enfrentándose al riesgo del oleaje y del acontecimiento. Se pregunta: ¿Qué es lo que está perdido cuando muere la palabra (…) Deseo hablar para ser porque la palabra misma es este deseo de ser acogido[6]. En este libro donde ella descompleta la filosofía y vivifica al psicoanálisis plantea que vivir la vida es un riesgo. Arriesgar la pérdida abre otro espacio desconocido, pero que conlleva lo vivo. Deja de haber supervivencia, pasa a haber vida. Un paso de vida.

Anne DufourmantelleEn su libro Inteligencia del sueño, accedemos a otro mundo: al umbral del sueño. La oscuridad no tiene lengua, pero sí escritura.

El sueño es pura inteligencia. La condición humana nos invita a dar hospitalidad a esta nueva relación con el mundo que viene dentro del sueño a nuestro encuentro. Nuestra tarea sería reconocer que no solo es la cifra secreta de nuestro deseo sino que, en inteligencia con lo real, instruye nuestro ser en la noche de nuestra sensibilidad. Lo que el sueño puede hacer es inmenso. Reparar, rememorar, profetizar, escuchar, poner en guardia, aterrorizar, apaciguar, revelar, liberar. Y nos permite olvidar[7].

Sueño y memoria cuentan la vida. La memoria, una exploración del pasado. Un sueño, una revelación que inaugura otra temporalidad, otro lugar a donde ir. Nos despierta. Si se lo escucha al sueño, del modo en que puede leerse un poema, lo mudo y lo ilegible pasan a tener otro estatuto. Una otra escritura, sin lengua.

El sueño es un futuro anterior que no consiste en predecir sino en reorganizar eso que creemos mudo o sin posibilidad[8].

Dufourmantelle vuelve, sin haberse alejado nunca, a la hospitalidad una vez más. Oye. Escribe. Dona tiempo. Arriesga su lengua y la convierte en escritura. Hace pasar lo sensible en la intimidad de la noche con los ojos bien abiertos. Un paso de vida.

 

[1] Derrida, Jacques y Dudourmantelle, Anne, La hospitalidad, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2008, pág. 10.

[2] Derrida, Jacques y Dudourmantelle, Anne, La hospitalidad, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2008, pág. 10.

[3] Dufourmantelle, Anne, En caso de amor, Nocturna Editora, Buenos Aires, 2018, pág. 57.

[4] Dufourmantelle, Anne, En caso de Amor, Nocturna Editora, Buenos Aires, 2018, pág. 62.

[5] Dufourmantelle, Anne, Elogio del riesgo, Nocturna Editora, Buenos Aires, 2019, pág. 15.

[6] Dufourmantelle, Anne, Elogio del riesgo, Nocturna Editora, Buenos Aires, 2019, pág. 141.

[7] Dufourmantelle, Anne, Inteligencia del sueño, Nocturna Editora, Buenos Aires, 2020, pág. 19.

[8] Dufourmantelle, Anne, Inteligencia del sueño, Nocturna Editora, Buenos Aires, 2020, pág. 21.

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