Cuestiones de oficio

Puntos de percepción

Por Anahí Flores

El narrador no se limita a ver. También oye, gusta, huele, palpa. (…)
Lo justo es hablar de «punto de percepción».
El narrador puede narrar gracias a que antes percibió.
Enrique Anderson Imbert,
Teoría y técnica del cuento (pág. 44)

 

Puntos de percepciónEn la nota “El cristal con que se mira”, hablamos de las distintas perspectivas para contar una historia. Y cuando uno habla de perspectiva, o punto de vista (o de percepción, como diría Anderson Imbert), en seguida piensa en las voces narrativas.

Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de voces narrativas? ¿Qué tipos existen?

La voz narrativa es la voz de quien cuenta la historia: el narrador (es importante no confundir esa voz con la del autor). Puede ser la de un personaje de dicha historia —en ese caso será un narrador interno— o bien una voz que no participa como personaje —entonces será un narrador externo—.

Vamos primero con los narradores internos:

Existe el narrador en primera persona del singular: una voz que habla en primera persona y cuenta una historia que le ocurrió a él mismo. Es un narrador bastante frecuente. Traigo como ejemplo “¿Cómo vuelvo?, cuento de Hebe Uhart que empieza así:

“Yo no soy muy suelta de lengua y no crea que lo que le cuento a usted lo puedo decir por ahí, y menos en mi pueblo: se lo cuento a usted porque es una desconocida; si le contara a alguien de allá, en dos minutos estoy perdida…”

También el narrador en primera persona del plural: una voz que habla representando a un grupo de personas. Muchas veces ese grupo se mantiene a lo largo de toda la historia, o bien van surgiendo subdivisiones y el propio narrador se individualiza y pasa a la primera persona del singular. En la serie de cuentos breves Ocupaciones raras, de Julio Cortázar, todos los textos están en primera persona del plural. El primero, “Simulacros, empieza así:

“Somos una familia rara. En este país donde las cosas se hacen por obligación o fanfarronería, nos gustan las ocupaciones libres, las tareas porque sí, los simulacros que no sirven para nada.”

Y el narrador en segunda persona, ya sea del singular o del plural. Muchas veces es una voz que se habla a sí misma. Veamos un ejemplo en “El desayuno perfecto”, un cuento de Alejandra Kamiya. Estas son sus primeras líneas:

“No vas a esperar a que se cuele la luz por la ventana. Vas a mirar a Takashi dormir a tu lado. Vas a pensar que es bueno que descanse porque lo espera un largo día de trabajo. Vas a levantarte del futón sin hacer ruido, y levísima vas a andar por el tatami hasta la cocina, donde te vas a vestir para no rasgar el sueño de papel de Hiro y de Takashi.”

O el narrador testigo, que podría ser tanto un narrador interno (si es un testigo de los hechos, que aunque sea mínimamente participa en la historia que narra), como externo (si sólo cuenta algo que escuchó).

Tomo como ejemplo el cuento “Amo”, de Carlos Chernov, que arranca así:

“Uno nunca termina de asombrarse de las cosas que puede encontrar dentro de su propio culo. Todavía estoy impresionado por lo que le pasó a un ginecólogo, colega y amigo mío.” Y a partir de este punto, el narrador empieza a contar la historia de su amigo, en la que él tiene una mínima y muy lejana participación.

Pero, como ya dijimos, algunos narradores pueden narrar la historia desde afuera, por eso los conocemos como externos.

Pienso en el narrador sobre el hombro de un personaje (también llamado tercera con o narrador en tercera limitada), que es aquel narrador en tercera persona que accede a los pensamientos y emociones del personaje al que sigue. Por eso se le dice “sobre el hombro”, ya que va con él a todos lados. Es una voz que sabe todo lo que el propio personaje conoce y no forma parte de la historia.

Un ejemplo de este narrador lo vemos en el cuento “Una medida temporal, de Jhumpa Lahiri. Comparto unas líneas del séptimo párrafo, donde queda claro que el narrador accede a los pensamientos y emociones del protagonista:

Puntos de percepción“Él pasó su lengua por la parte superior de sus dientes. Había olvidado cepillárselos esa mañana. No era la primera vez. No había salido de casa en todo el día, ni el día anterior. Cuanto más estaba Shoba fuera de casa, cuanto más comenzaba ella a hacer horas extras y a tomar trabajos adicionales, más quería él quedarse en casa, sin salir siquiera para ir por el correo o comprar fruta o vino que estaban en las tiendas junto a la parada del tranvía.”

Otro narrador externo es el narrador mosca en la pared (también conocido como narrador imparcial, o narrador objetivo, u ojo de la cámara). Es un narrador que se limita a contar lo que capta a través de sus sentidos (no sólo el de la vista). No conoce nada que vaya más allá de esa escena y, además, no tiene acceso a los pensamientos ni a las emociones de los personajes. Sólo relata lo que capta a través de sus sentidos.

Un ejemplo es el cuento “Colinas como elefantes blancos”, de Ernest Hemingway. Leamos el inicio, donde el paisaje aparece con mucha importancia y los personajes se introducen sin mencionar sus nombres:

“Del otro lado del valle del Ebro, las colinas eran largas y blancas. De este lado no había sombra ni árboles y la estación se alzaba al rayo del sol, entre dos líneas de rieles. Junto a la pared de la estación caía la sombra tibia del edificio y una cortina de cuentas de bambú colgaba en el vano de la puerta del bar, para que no entraran las moscas. El americano y la muchacha que iba con él tomaron asiento a una mesa a la sombra, fuera del edificio.”

Y el narrador omnisciente, que es como un dios: sabe todo de todos, tiene acceso a los pensamientos de todos los personajes. Sabe incluso lo que va a pasar en el futuro. Ve y anuncia cosas que, a veces, ni los personajes sospechan (por ejemplo, algo que esté ocurriendo en el departamento de al lado y que los personajes no tengan cómo saber).

Un ejemplo de este narrador está en el cuento “El ahogado más hermoso del mundo”, de Gabriel García Márquez, en el que el narrador accede a las conciencias de todos los habitantes de un pequeño poblado, empezando por los niños:

“Los primeros niños que vieron el promontorio oscuro y sigiloso que se acercaba por el mar, se hicieron la ilusión de que era un barco enemigo. Después vieron que no llevaba banderas ni arboladura, y pensaron que fuera una ballena.”

Pero el narrador también puede estar ausente. Hay textos literarios que no tienen narrador: sólo muestran los diálogos de los personajes. Y a partir de esos diálogos el lector conoce la historia. No es necesario que el narrador intervenga para decir el clásico “dijo fulano”, “dijo mengano”. Las voces en sí mismas tienen la fuerza e independencia suficientes como para dejar eso bien claro.

Vemos un ejemplo de narrador ausente en la novela Fernández mata a Fernández, de Federico Jeanmaire. La novela completa es un diálogo entre varios vecinos, todos de apellido Fernández. Comparto unas pocas líneas del primer capítulo, cuando un personaje acaba de decirle a otro cuál es su apellido:

“Bienvenido al club: Raúl Ricardo Fernández, para servirlo.

Mire lo que son las casualidades. Encantado, José Antonio es mi nombre.

Mi padre no creía en las casualidades. Siempre repetía que los Fernández éramos los dueños del mundo.”

Elegir un narrador es de las primeras decisiones que como autores tenemos que tomar antes de empezar a escribir un cuento o una novela. La pregunta es simple: ¿quién va a contar la historia?

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