Lecturas: Póker
Como un largometraje
Por Diego M. Herrera
Enrique es un contador de 55 años que vive una vida ordenada, previsible. Pedro, su mejor amigo, lo llama una mañana y le dice que se está muriendo, que el cáncer es fulminante. Así comienza Póker (Editorial Conejos, 2019), la última novela del escritor y guionista Sergio Dubcovsky.
La muerte de Pedro empuja a Enrique a dejar un trabajo seguro en una multinacional y a tomar ciertos riesgos. Pierde el control que lo venía manteniendo a flote desde la muerte de Sonia, su esposa, cuando aún eran muy jóvenes.
La muerte y la soledad son temas que están muy presentes en la novela. Y si la muerte de Sonia fue lo que empujó a Enrique a transformarse en un padre trabajador que no corría riesgos, que solo vivía para su hija y su trabajo, la de Pedro es una bisagra que lo empuja en la dirección contraria. Es el detonante de un cambio: Enrique va a tomarse el tiempo de descubrir qué quiere para su vida y va a conectarse, lentamente, con las pulsiones vitales.
Aparece el deseo de diversas maneras: como una mujer en su vida, como ganas de vincularse más profundamente con su hija médica y, sobre todo, como una necesidad de vivir una vida en donde se respete a sí mismo.
Enrique mantiene el único espacio de transgresión que tuvo toda su vida: el póker. Un espacio en donde disfrutaba la adrenalina del riesgo de jugar una mano fuerte, de ganar y perder. Pero él quiere esa adrenalina en su vida cotidiana, no le alcanza ya con las visitas esporádicas al Casino de Puerto Madero.
En Póker aparece el oficio de guionista de Dubcovsky. La novela está estructurada en base a capítulos breves construidos como escenas de un largometraje, que tienen a Enrique y a su transformación vital como protagonista excluyente.