Lecturas: Baño de damas
Mujeres que nadan y sueñan
Por Mauricio Koch
En este momento particular, en el que se vuelve sobre cuestiones que creíamos superadas, como la independencia entre vida del autor y su obra o la preeminencia de ciertos géneros sobre otros, o una sobreabundancia de textos en primera persona que coquetean con la idea de cruce entre autobiografía y ficción como si esto fuera una novedad y casi un deber ser (y no solo una posibilidad entre tantas), aparece cada tanto un libro ajeno a esos fatigosos debates, es decir un libro que decide contar una historia y no pretende más que eso. Menos tampoco. Contar bien una historia, sin alardes de tecnicismos innecesarios ni generar en el lector la absurda duda sobre si lo que se narra “le pasó al autor”. ¿A quién se le puede ocurrir semejante osadía? Bueno, pues a Natalia Rozenblum en su segunda novela, Baño de damas.
Baño de damas es la historia de un grupo de amigas, Ana Inés, Beta, Silvita, Estela y Fanny. Todas tienen más de setenta años y su lugar de encuentro, el núcleo alrededor del cual giran sus vidas y que hace años las mantiene unidas es un club, el 25 de Mayo, un espacio en el que practican aquagym, juegan a las cartas, comen torta y toman té, se informan, cuentas chismes y se enamoran. La protagonista principal, Ana Inés, vive sola pero su hija, Marisa, una mujer de cincuenta años, va y viene con una pareja un poco inestable, por lo que suele instalarse en la casa de su madre, lo que altera la armonía y las rutinas de Ana Inés. Ana Inés fue secretaria de Antonio, el actual presidente del club, un hombre muy respetado dentro de la institución y figura clave en esta historia.
Rozenblum conoce bien a sus personajes, sabe cómo piensan, maneja con sutileza los diálogos, los intereses y las pasiones de estas mujeres. En ese sentido, el libro es una clase de literatura, una pequeña y magistral clase de sobriedad narrativa. “Acaricien los detalles”, era un consejo habitual que Vladimir Nabokov les daba a sus alumnos de la Universidad de Cornell. No se refería solo a los hallazgos estilísticos, a la construcción de imágenes vibrantes y originales, a la filigrana del fraseo, sino también a la construcción y al conocimiento sólido de los personajes: conocer sus gustos, sus gestos, sus secretos. Y eso hay en esta novela: la autora nos mete en un mundo de mujeres mayores, un tópico que la narrativa argentina reciente empieza a transitar (otro ejemplo es la novela de Silvina Gruppo, Oeste) y que abre a los lectores todo un universo por descubrir. Es, en ese sentido, también una novela de aventuras: la aventura de convivir con un cuerpo que ya no es lo que era pero que se quiere (o aprende a quererse) porque sigue siendo fuente de placer; la aventura de no dar el brazo a torcer y arriesgarse, pese a las dudas, en el intento de seguir siendo visibles y necesarios; la aventura de soñar con recuperar espacios que se han perdido. Y también la aventura del sexo, de las sensaciones físicas y los desvelos frente a la posibilidad de un beso. Y algo más que un beso. A veces, cuando nos enredamos en discusiones bizantinas, nos olvidamos que un libro, el placer de leer un libro, es dejarse llevar por una historia bien construida, evadirnos (esa noción tan mal entendida) por unas horas a sabiendas de que cuando volvamos el mundo seguirá ahí, con sus miserias y terquedades, pero nosotros traeremos del viaje una pequeña perla entre las manos.
Baño de damas, de Natalia Rozenblum, fue publicado por Tusquets en 2020.